Por ejemplo, si retrocediéramos 800 000 años en el tiempo con una brújula en nuestra mano, veríamos que la aguja apunta hacia el sur, y no hacia el norte. ¿Por qué?
La razón es que la brújula trabaja con campos magnéticos, midiéndolos como positivos o negativos. Como polaridades distintas se atraen, y polaridades iguales se repelen, el extremo negativo de nuestra brújula nos indica el polo magnético positivo de la Tierra, que se encuentra cerca del polo norte terrestre. Pero si la polaridad del campo magnético hubiera revertido, entonces nuestra brújula, no corregida, nos indicaría la dirección opuesta a la realidad ¡de ese momento!
Los modernos cazadores de brujas y falsos profetas dicen que los sucesos naturales como estos..., podrían ser causa de catástrofe. Desafortunadamente para ellos y su alarmismo exagerado, los registros fósiles y geológicos de reversiones anteriores, demuestran que la respuesta es “NO”.
Las reversiones son la regla, no la excepción. A lo largo de los últimos 20 millones de años nuestro planeta ha entrado en un patrón de aproximadamente una reversión cada 200 o 300 mil años, si bien ha pasado más del doble de ese tiempo desde que ocurrió la última.
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Diagrama del interior de la Tierra y del movimiento del polo norte magnético entre 1900 y 1996. El núcleo externo es la fuente del campo geomagnético.
© Dixon Rohr
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Estas reversiones no ocurren, sin embargo, con un salto “limpio”. Los campos magnéticos se retuercen y empujan entre sí, con múltiples polos emergiendo en extrañas latitudes a lo largo de todo el proceso. Los científicos estiman que las reversiones han ocurrido al menos cientos de veces a lo largo de los últimos tres mil millones de años. Y si bien esas reversiones se han dado más frecuentemente en años “recientes”, cuando los dinosaurios caminaban sobre la Tierra era más probable que se dieran una vez cada millón de años, más o menos.
¿Cómo lo sabemos? En los fondos oceánicos hay cordilleras volcánicas que se encuentran en los lugares de separación de placas tectónicas. De ellas surge magma que se va extendiendo hacia ambos lados, formando nuevo fondo oceánico y empujando a las placas tectónicas. Se puede medir tanto la antigüedad como la polaridad de ese nuevo fondo oceánico, lo que nos muestra una formación “en espejo” de ese suelo que se va haciendo más antigua a medida que se aleja de la cordillera central.
Este fenómeno, que fue descubierto durante el Año Geofísico Internacional de 1957-58, permitió además verificar la realidad y las causas de la deriva continental propuesta por Alfred Wegener más de tres decenios antes, y dio lugar a una nueva rama de la ciencia: la tectónica de placas.
También sabemos que el campo magnético terrestre ha disminuido un 10% desde el siglo XIX, lo que podría indicarnos que estamos más o menos cerca (cuestión de algunas decenas de miles de años, tal vez, o quizás de solamente unos pocos años o siglos, no lo sabemos a ciencia cierta). De todos modos, sigue siendo todavía más fuerte que lo “normal”.
Ahora bien. Sabemos que el campo magnético terrestre nos protege de los flujos de partículas producidas por las llamaradas solares y por las eyecciones coronales de nuestra estrella.
Pero vayamos a lo que en realidad nos dice la historia. La última inversión se produjo hace 780 000 años (los científicos la llaman “reversión Brunhes-Matuyama”. El registro fósil de esa época no muestra ningún cambio drástico en la vida animal o vegetal. Los sedimentos oceánicos de este período tampoco muestran cambios en la actividad glacial, lo que también indica que no afectó al eje de rotación de la Tierra.
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El campo magnético terrestre, entre y durante inversiones. Durante el período de reversión, puede haber varios polos norte y sur en diferentes sitios.
© NASA
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Los científicos también han aprendido lo que sucede durante uno de estos “saltos” magnéticos. La inversión toma unos cuantos miles de años en completarse, y durante todo ese tiempo el campo magnético no se desvanece; sencillamente se hace más complicado. Las líneas de fuerza magnética cercanas a la Tierra se retuercen y se entremezclan, y aparecen varios polos magnéticos en lugares diferente. Por ejemplo, un polo norte puede emerger en África, o un polo norte en Tahití. Pero de todos modos sigue existiendo un campo magnético planetario, y todavía nos protege de la radiación y de las tormentas solares. Y si el campo se debilitara un poco, no importaría, ya que nuestra atmósfera seguiría estando allí, para ayudar en nuestra protección.
¿Cambios? Sí, habría algunos. Es posible que por cierto tiempo viéramos auroras magnéticas en algunos sitios poco acostumbrados, pero como son tan hermosas seguramente mejorarían el turismo en muchos lugares. Y, por supuesto, los fabricantes de brújulas tendrían un boom económico, a no dudarlo.
Quisiera aquí resaltar dos cosas: nadie sabe cuál es la razón de estas reversiones, y por lo tanto, nadie puede predecirlas con alguna precisión o rigor científico. De modo que cualquiera que pretenda dar una fecha para la próxima inversión de los polos estará mintiendo descaradamente.
Nuestro planeta no es un mundo estático y muerto. Por el contrario, el cambio es algo normal, y siempre está sucediendo a nuestro alrededor... por suerte. Esa turbulencia, ese cambio constante, esa especie de caos, es lo que ha creado la vida, ha impulsado la evolución y nos sigue manteniendo vivos.
Publicado por Heber Rizzo.
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Fuentes utilizadas:
- Universe Today - NASA - Science-NASA - Watts Up With That
Aquí lo pongo. Ya contaréis. ¡¡Saludos!! Mª Ysabel.