ANTARES, LA ESTRELLA DE BELÉN Y EL NACIMIENTO DE JESÚS DE NAZARET (2)

Antes de continuar, es necesario realizar otro pequeño inciso para explicar el orden tradicional de los días de la semana, así como el del cómputo de las horas romanas que se empleaban en la época de Jesús.

El domingo era considerado el primer día de la semana, el lunes el segundo, y así hasta el sábado, que es el séptimo y último día semanal.

En cuanto a las horas diurnas, hallaban su duración dividiendo el tiempo de luz solar entre doce. En el mismo momento del amanecer comenzaba la hora prima, y se sucedían por orden numérico. El final de la hora sexta coincidía siempre con el mediodía, y en el momento del anochecer terminaba la hora duodécima, por lo qué una hora de verano era mucho más larga de tiempo que una hora de invierno. La noche la dividían equitativamente en cuatro vigilias.

 

Y ahora, ya podemos retomar el tema.

 

Continúa diciendo este evangelio de la infancia que, según esta carta que guardaban los magos, ese gran rey de Judea debería nacer el sexto día de la semana, a la hora sexta, es decir, un viernes hacia el mediodía.

 

"Y prometió a nuestro primer padre que, conforme a su plegaria, escribiría y sellaría con su propio dedo un pergamino en letras de oro, que llevaría la siguiente portada: En el año seis mil, el día sexto de la semana, el mismo en que te creé, y a la hora sexta, enviaré a mi hijo único."

Ev. Armenio de la Infancia 11,23

 

Por lo tanto, una de las pistas que nos aporta este evangelio, es que Jesús tenía que nacer en viernes.

Entonces, ¿Cuándo se produjo esa especial, e irrepetible configuración astronómica? ¿Fue viernes, ese día?

Pues bien, ese excepcional momento astronómico que marcó el nacimiento de Jesús, acaeció el diecinueve de agosto del año siete antes de Cristo y, precisamente, ese día fue viernes.

 

Esta fecha se corresponde con el calendario gregoriano, utilizado en nuestra época.

Si, para comprobar las posiciones planetarias, o para cualquier otro tipo de comprobación, se utiliza el anterior calendario juliano, esta misma fecha corresponderá al viernes 21 de Agosto del año 7 a.c.

Habrá que tener también muy en cuenta en ambos calendarios, tanto gregoriano como juliano, que el año 0 no existió, y que el orden sucesivo de aquellos años fue el siguiente: -7, -6, -5, -4, -3, -2, -1, +1, +2, +3, etc., por lo que en los programas informáticos de astrología que contemplen el año 0 deberemos marcar el año 6 a.c., y según que calendario tengan establecido estos programas deberemos marcar el 19 o el 21 de Agosto.

 

Por consiguiente, ya sabemos que los planetas, por su excepcional posición en el firmamento, marcaron a los magos la fecha del nacimiento de ese gran rey de Judea.

Una vez expuesto todo lo anterior, que sirvió para que los astrólogos persas supiesen el día concreto de la natividad, paso a explicar algo que fue fundamental para que estos magos de oriente conociesen el momento preciso del nacimiento de Jesús.

 

La astrología persa consideraba a cuatro estrellas como las principales del firmamento, las cuales fueron, y todavía son hoy en día, conocidas como las cuatro estrellas reales de los persas.

Estas estrellas son las siguientes:

 

(1) Aldebarán, situada en el grado 15º de la constelación de Tauro.

(2) Régulus, situada en el grado 5º de la constelación de Leo.

(3) Antares, situada en el grado 15º de la constelación de Escorpio.

(4) Fomalhaut, situada en el grado 9º de la constelación de Acuario.

 

Estas cuatro estrellas forman dos ejes en forma de cruz que dividen el círculo zodiacal en cuatro partes casi idénticas.

 

El calificativo de "regias o reales" atribuido por los persas a esas cuatro estrellas, fue, precisamente, porque, estando situadas en puntos astrológicos clave, en el nacimiento de una persona, otorgan cierto grado de realeza al destino del nativo.

 

Una vez explicado esto, podemos seguir calculando la hora del nacimiento.

Otra pista que nos descubre el evangelio armenio de la infancia, es que Jesús debería nacer a la hora sexta, y como he comentado anteriormente, la hora sexta finalizaba sobre el mediodía.

 

En el evangelio de Mateo podemos leer:

 

¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estrella en el oriente y venimos a adorarle. 

Mt. 2,2

 

Pues bien, tal como anuncia Mateo, y en perfecta correspondencia con el evangelio armenio de la infancia, en un preciso momento de la hora sexta de aquel día sexto, viernes 19 de Agosto del año 7 a.c., el Oriente, o lo que es lo mismo, el grado del ascendente astrológico, apuntaba directamente a una de las cuatro estrellas reales de los persas, concretamente, a la estrella Antares, es decir, astronómicamente hablando, la estrella Antares se encontraba, exactamente, en el grado del ascendente, o punto de intersección de la Eclíptica con el punto cardinal Este, es decir, en el Oriente.

Según todos los programas informáticos de astronomía consultados (utilizando siempre  el zodiaco sideral con el Ayanamsa Aldebarán 15 Tauro, porque éste era el zodiaco que usaban los astrólogos orientales), ese preciso momento en el que la estrella Antares se encontraba en el Oriente, sucedió a las 11:28 de la mañana, y esta hora coincide exactamente con el parámetro que aporta el evangelio armenio de la infancia al indicar que el nacimiento de Jesús debería acontecer dentro de la hora sexta.

Por lo tanto, la enigmática y legendaria estrella de Belén que “vieron” los magos al oriente, era una de las cuatro estrellas regias o reales de los persas, en este caso, Antares.

He colocado entre comillas "vieron" porque a las 11,28 de la mañana es imposible ver estrella alguna. El término "vieron" significa que los astrólogos persas conocían que, el grado ascendente de ese momento especial, era el grado 15º de la constelación de Escorpio, y ese es el grado exacto donde se encuentra siempre instalada la estrella Antares.

 

Debido al movimiento de rotación de la Tierra, el grado del ascendente astrológico u horizonte Este, va desplazándose constantemente a medida que gira la Tierra, y cada cuatro minutos de media aproximadamente, surge un nuevo grado por el horizonte.

Por poner un ejemplo, en el caso de Jesús, a las 11,30 el ascendente ya había recorrido medio grado astrológico, a las 11,32 el ascendente lo iba a ocupar el grado 16º de la constelación de Escorpio, a las 11,36 ascendía por el horizonte el grado 17º, a las 11,40 el grado 18º, y así sucesivamente, hasta completar los 360 grados astrológicos en los 1440 minutos que dura un giro completo de la esfera terrestre sobre su eje.

 

Los antiguos astrólogos concedieron el apelativo de "fijas" a todas las estrellas, excepto al Sol, al que a efectos astrológicos consideraban como planeta.

Y, precisamente, las denominaron fijas porque siempre estaban situadas en el mismo grado zodiacal, y eran el referente o punto de referencia para medir el movimiento, y localizar en el mapa del firmamento, a siete esferas que se movían por el espacio, a las que, en contraposición con las estrellas fijas, las llamaron estrellas errantes, en griego "planetes", de cuyo término deriva nuestra palabra planetas.

Sin embargo, a raíz del descubrimiento del movimiento de precesión, y para hacer coincidir los equinoccios y los solsticios todos los años en las mismas fechas, es decir, para que la primavera, verano, otoño e invierno comiencen siempre sobre el día 21 de los meses de Marzo, Junio, Septiembre y Diciembre, respectivamente, los astrólogos del mundo occidental adjudicaron a las estrellas fijas un movimiento ficticio de un grado zodiacal cada 72 años. Si consultamos, hoy en día, un catálogo actualizado de la posición de esas estrellas fijas nos encontraremos con que todas las estrellas, y con ellas los signos zodiacales, han sido desplazadas erróneamente, con respecto a las constelaciones, aproximadamente 24 grados de la posición que realmente ocupan.

Signo zodiacal y constelación deberían coincidir y ser algo único e indivisible, porque en realidad, quiénes otorgan la cualidad esencial a los signos zodiacales son las estrellas fijas que ocupan esas constelaciones.

Volviendo a nuestro tema, las otras tres estrellas reales de los persas estaban situadas en los puntos siguientes:

La estrella Régulus ocupaba el Medio Cielo. La estrella Aldebarán, por encontrarse en oposición a la estrella Antares, ocupaba el grado exacto del punto descendente, o punto cardinal Oeste, y la estrella Fomalhaut se encontraba muy próxima al Immun Coeli, o grado del Bajo Cielo.

Es decir, las cuatro estrellas regias de los persas ocupaban y dominaban los cuatro puntos astrológicos angulares más importantes del recién nacido.

Todo esto, unido a las excepcionales posiciones de los planetas, otorgaba a ese recién nacido un título o carácter regio.

Ya he mencionado antes que la astrología persa calificó como "regias o reales" a esas cuatro estrellas porque, si se encuentran situadas en puntos astrológicos clave, en el nacimiento de una persona, otorgan cierto grado de realeza al destino del nativo.

Éste es otro importante motivo por el que los astrólogos persas, al llegar a Jerusalén, preguntaron por el nuevo rey de los judíos, ya que ellos sabían que nacer en aquel preciso momento y lugar otorgaba gran realeza.

Y, curiosa y coincidentemente, el cartel o título que los romanos colocaron en la cruz de su ejecución fue "Jesús Nazareno, Rey de los Judíos".

Jesús de Nazaret nació considerado como rey, los evangelios nos dicen que sus seguidores quisieron hacerle rey, entró en Jerusalén aclamado como rey, e igualmente, murió considerado como rey.

 

Esa configuración planetaria y estelar tan extraordinaria fue la estrella de Belén de aquellos magos de oriente, la "estrella" que marcó el momento del nacimiento de Jesús de Nazaret, y que guió a esos sacerdotes persas, y a su séquito, hasta Jerusalén.

Los planetas marcaron el día, y las estrellas marcaron la hora.

Vuelvo a recalcar que los magos eran astrólogos y a la estrella de Belén, únicamente, podremos acceder a través de la astrología, y sobre todo, a través de la astrología persa de aquella época. Deberemos introducirnos en la mente de aquellos magos, y contemplar y comprender su visión del mundo y del universo.

Solamente aquellos tres astrólogos conocían lo extraordinario de aquel nacimiento, y sabían la posterior trascendencia y universalidad que llegaría a tener quién naciera en ese preciso momento, en un lugar determinado de Judea.

Y, como podemos comprobar, no se equivocaron.

 

A continuación voy a insertar varios datos astronómicos para que sea más fácil poder llegar a comprender la rareza y excepcionalidad de las posiciones planetarias y estelares, coincidentes en el preciso momento del nacimiento de Jesús

Al igual que la Tierra, el resto de los planetas realizan su movimiento de traslación alrededor del Sol.

Aproximadamente, la Tierra completa su giro en 365 días, Mercurio lo hace en 88 días, Venus en 225 días, Marte en 687 días, Júpiter tarda casi 12 años y Saturno casi 30 años.

La Luna en su recorrido alrededor de la Tierra transita las doce constelaciones en menos de 28 días.

Esto quiere decir que Saturno recorre una constelación en, aproximadamente, dos años y medio, Júpiter lo realiza en un año, Marte tiene un recorrido promedio de casi dos meses, Venus necesita entre 26 y 30 días, Mercurio puede atravesar una constelación en 14 días, y la Luna lo hace en dos días y medio.

Como vemos, todos los planetas giran alrededor del Sol con una velocidad y un movimiento distinto en cada uno de ellos, por lo que es prácticamente imposible que coincidan seis planetas en sus domicilios astrológicos, y en un mismo momento.

Pero, para entenderlo mucho mejor basta con comprobar la posición de los planetas en el momento de nuestro nacimiento, ver cuántos de ellos transitaban por sus domicilios astrológicos, y comprobar, también, las estrellas que tenemos colocadas en nuestros principales puntos astrológicos.

 

Continua en parte 3ª

 

© del texto: José Antonio Cardona

Bibliografía: “Jesús de Nazaret, a través de todos los evangelios” ISBN 978-84-614-0296-0

Derechos Reservados  © 2010

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