MÁS SOBRE LA ILUSTRACIÓN, por no callar...

En el siglo II de nuestra Era, el filósofo Apolonio de Tiana viajó a la India en busca de la Sabiduría.

Tras un largo viaje que le llevó a conocer tierras y reyes, ciudades, animales desconocidos, monumentos ya olvidados de las expediciones de Alejandro, el filósofo llegó, efectivamente, a las orillas del Indo y tomó contacto con los Brahmanes, los cuales lo recibieron amistosamente.

De estos Brahmanes se contaban cosas maravillosas y muy sorprendentes; que levitaban hasta dos codos por encima del suelo, que eran capaces de escudriñar el alma de las personas a través de los indicios de su rostro, que conocían los secretos de la naturaleza.

Después de unas presentaciones, Yarcas, el primero de estos sabios, dijo a Apolonio: «Pregunta lo que quieras, pues has llegado junto a los hombres que todo lo saben».

Pensemos en la situación. ¿Qué les preguntó Apolonio? ¿Cuáles eran aquellos secretos que permiten dominar la naturaleza? ¿Cómo podemos transgredir las leyes naturales? ¿Cómo podemos explicar esos fenómenos por los que eran conocidos los Brahmanes entre el vulgo?

Si leemos la biografía de Apolonio de Tiana, escrita por Filóstrato, daremos con la respuesta. Lo primero que les preguntó el de Tiana fue si se conocían a sí mismos, pues él lo consideraba lo más difícil.  Tras esta primera conversación vinieron otras: sobre quién se consideraban ellos que eran, acerca del alma y su transmigración, sobre la Justicia…

Es importante que tengamos en cuenta todas estas cosas, cuáles han sido las preguntas y los intereses fundamentales del hombre antiguo. Hoy en día es muy común el tratar a los filósofos y sabios antiguos como el precedente de la ciencia moderna, unos primeros balbuceos de lo que a partir de la Ilustración sobre todo, una vez que la ciencia se desembarazó de esas poco prácticas compañeras llamadas Filosofía y Religión, llenó de luz al mundo y a los hombres.

Este es un mensaje que se lanza continuamente desde el mundo de la Educación, la divulgación científica, la prensa, el cine, etc. La historia de nuestra ciencia se remonta miles de años atrás y fueron científicos racionalistas, o por lo menos, en los inicios de la razón,  los que desarrollaron el conocimiento, pues sólo a través de la ciencia racionalista se puede desarrollar el conocimiento verdadero. Esos pre-científicos racionalistas, a los que durante siglos se les ha llamado, no sabemos ahora muy bien por qué, filósofos, se preguntaban e investigaban sobre las fuerzas de la naturaleza, la geometría, la astronomía y todas esas cosas, como nosotros, mientras que el resto de su sociedad, sumida en el oscurantismo y en la ignorancia, buscaba consuelo para sus desgracias en los dioses, se preguntaban si después de la muerte irían con tal o cuál dios u obedecía ciegamente a sacerdotes interesados (también hemos extendido la historiografía marxista, faltaría más) acerca de la mejor hora para sacrificar una cabra o buey con el que luego aquéllos comían a costa del campesinado.

Pues no, oiga no. Los intereses del hombre antiguo están bien claros; y esos mismos intereses los vamos a seguir encontrando durante siglos, incluso durante el periodo que se denomina “revolución científica” y en el que nos quieren hacer creer que se da un corte con el mundo antiguo.

Ahí tenemos al aragonés Miguel Servet, por ejemplo, como uno de los ejemplos que se pone de “padre de la patria” de la ciencia moderna, pues gracias a la nueva ciencia descubre la circulación menor de la sangre y que, incluso en algunos textos, nos lo encontramos así, muere en la hoguera por su descubrimiento. Sin embargo, si estudiamos de verdad y con mediana profundidad la obra de Servet (recomiendo el libro “Hermetismo y Astrología en la obra de Miguel Servet, de nuestro amigo el Dr. Francisco Verdú Vicente), nos daremos cuenta que la obra de Servet es fundamentalmente filosófica y teológica y que su descubrimiento sobre la circulación menor de la sangre se ubica en una investigación mucho más importante para él acerca del espíritu y su entrada en el cuerpo del ser humano.

El verdadero corte se da con la Ilustración, momento en que la tecnología se ha desarrollado muchísimo y que es lo que da dinero e interesa desarrollar a la floreciente burguesía que está comenzando a copar el poder político en lugar de los nobles. En ese momento la Religión, la Filosofía y la Ciencia se separan y hoy pagamos el precio de ello. La tecnología nos ha llevado a conocer la Luna, pero somos incapaces de llegar a conocernos a nosotros mismos; hacemos viajes espaciales, pero no sabemos nada ni nos interesa el viaje que todos tenemos que hacer hacia la otra vida; hemos llenado el planeta de Tribunales y leyes y todos sabemos a dónde acudir para denunciar un hecho que nos agravie, pero en ningún sitio nos enseñan a ser más justos.

Realmente aquel viejo amigo, Apolonio de Tiana, se encontraría bastante confundido.

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Comentario por Templario el enero 25, 2012 a las 9:14pm

Estupendo Quique, me encanto que sacaras la vida de Apolonio, desconocida en el círculo astrológico actual es un referente de como seguir al Sol que es lo mismo que convertirse en "solario".

Un saludo

Comentario por Mª YSABEL el enero 24, 2012 a las 7:31pm

        Antes, los sabios y los santos, eran una misma cosa, no había "tajo" entre el conocimiento y la bondad. Y de la misma forma que eran capaces de contemplar a la naturaleza exterior, desde su inicial principio (en el mundo de las ideas), hasta su más extremo final (en las manifestaciones materiales que toman forma en nuestro planeta y todos los fenómenos de conclusión), eran capaces de seguirse a sí mismos en su más externa percepción y recepción de influencias exteriores y hasta los confines de su naturaleza interior más profunda, llegando así al conocimiento perfecto de sí mismos. Naturaleza exterior-Naturaleza interior. (I,Ching). 

       El retorno a la índole esencial de nuestro ser, donde se encuentran todas las respuestas, es un viaje inexcusable para quien está en búsqueda.

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