UNA APROXIMACIÓN A LA ANALOGÍA ENTRE LOS ASPECTOS ASTROLÓGICOS Y LA FÍSICA ACÚSTICA

El propósito de este trabajo es el de intentar alinear los criterios existentes entre la astrología y la física acústica y orientarnos a observar la afinidad fenomenológica que hay, puntualmente entre el sonido, en tanto complejidad armónica y los aspectos astrológicos.

Decimos que el sonido es una vibración que se propaga en forma de ondas y que es percibida por el oído humano. Es una de las definiciones más difundidas.

Las ondas sonoras, como fenómeno físico descripto desde la acústica, poseen características tales como la periodicidad o frecuencia, amplitud o intensidad y timbre o complejidad armónica.

Definimos el concepto de timbre como un fenómeno natural referido al despliegue de la llamada serie armónica, que es una sucesión de frecuencias cuyas vibraciones, medidas en Hz (ciclos por segundo), resultan ser múltiplos exactos de la serie de números naturales (1, 2, 3, 4, 5, etc.), siendo la frecuencia principal o primer armónico el sonido original.

Por ejemplo, si el sonido original tiene una frecuencia de 100 Hz (100 ciclos por segundo), se desplegarán y oirán junto con esta frecuencia básica los armónicos superiores, decreciendo su intensidad a medida que la serie se va acrecentando en el número de armónicos:

Todo el fenómeno armónico se complejiza, teniendo en cuenta que cada armónico porta y despliega, a su vez, su propia serie armónica, de idénticas características a la del primer armónico o fundamental.

Así, sobre el segundo armónico, se despliega una nueva serie, donde a partir de los 200 Hz del ejemplo, el segundo armónico vibra a razón de 400 Hz (coincidiendo con el armónico 4 de la serie original y reforzándolo, consecuentemente, en intensidad. Pero de esto en particular nos ocuparemos más adelante.

Esto es el timbre, ni más ni menos, lo que hace distintivo y único un sonido donde sucede algo que es propio de cada conjunto sonoro así conformado.

Es una cualidad única, inherente a lo que sucede como fenómeno acústico existente en todo sonido, que hace que una misma frecuencia, altura o nota musical posea características diferentes y distintivas si provienen de una flauta, un clarinete, una guitarra o un violín, por ejemplo.

Lo que sucede y diferencia cada una de estas notas, según la fuente de origen, es la configuración con que se superponen los sonidos armónicos.

Con qué intensidad, respecto del sonido original y en qué momentos aparecen y también se desvanecen esos armónicos. Incluso si hubiera particular exacerbación u omisión de algunas de las frecuencias de la serie armónica.

Esto está íntimamente ligado a la forma de emisión del sonido, las características constructivas del instrumento, el material con que está construido, etc.

Todos son sonido y esto es así porque se cumplen las leyes que así lo definen.

Sucede, además, que este fenómeno está imbricado con la capacidad perceptiva que nos vincula con esa información, que es la capacidad de la audición.

Aunque las variables son subjetivas y particulares, podemos afirmar que los sonidos son perceptibles como tales entre un rango que oscila entre los 20 y los 20000 Hz (ciclos por segundo).

¿Existen frecuencias por encima y por debajo de este rango?

La respuesta es: Sí, aunque no podemos oírlas. Nuestra fisiología no lo permite.

Por encima de las frecuencias audibles están los ultrasonidos y por debajo, todos los fenómenos oscilatorios, sin importar su periodicidad ni tener en cuenta límite alguno.

Analicemos el comportamiento acústico de un sonido inaudible, uno que no está dentro de ese rango de frecuencias, cuya periodicidad para cada onda sea, para este caso, de una oscilación cada 12 años.

Estaríamos investigando, para este caso hipotético, “el sonido” de Júpiter.

Algo que somos incapaces de percibir desde nuestra audición, pero que sin duda se somete a idénticas leyes físicas y que, quizás, percibimos desde alguna otra sensibilidad.

Esta frecuencia no escapa a las características que son inherentes a todo fenómeno oscilatorio. Tiene, entonces, periodicidad, amplitud y complejidad tímbrica.

Sus armónicos también se expresan a través de una relación aritmética, de acuerdo a la serie de números naturales.

Toda unidad funciona y se despliega de idéntica manera, independientemente de su periodicidad o frecuencia. Como es arriba es abajo, una vez más.

Cualquier campo circular posee también esta cualidad, sólo por el hecho de ser susceptible de registrar periodicidad y frecuencia.

Para la astrología, el zodíaco es una unidad orgánica, en tanto la completitud del círculo como también lo son el círculo del horizonte y el ecuatorial.

Todos ellos se comportan de acuerdo a las leyes de la física acústica y tienen, por lo tanto, “complejidad tímbrica”, esto es, la presencia de puntos sensibles, capaces de materializar la energía suficiente como para que se manifieste un armónico.

Al pensar el ciclo de esta manera, el sonido original sería el primer armónico, equivalente a un ciclo completo.

El segundo armónico, de menor intensidad, sería aquel que se produce en la mitad del ciclo, el tercero en la tercera parte del ciclo y así podríamos extendernos, dividiendo la unidad o el ciclo por toda la serie de números enteros.

Y también cada uno de estos armónicos es, a su vez, capaz de generar la misma serie, tomando cada una de estas unidades obtenidas como el inicio de una nueva serie.

Recordemos a estas alturas que habrá una superposición de sistemas que se irán debilitando en intensidad a medida que nos alejamos del 1 y progresamos en la serie de números naturales.

Y por esta razón se reforzarán algunos de los puntos en que dividimos la unidad, cuando suceda una superposición de armónicos.

Siempre tendremos en cuenta que a medida que nos alejamos del 1, la intensidad decrecerá y siempre que haya superposición de armónicos coincidentes se reforzará y por lo tanto se expresará con mayor fuerza.

Así como graficamos en una tabla lo que sucede con frecuencias audibles, lo haremos ahora con divisiones del círculo / ciclo / unidad:

Si intentamos reordenar los aspectos así generados, teniendo en cuenta como concurren y coexisten los sistemas de armónicos según lo dicho anteriormente, podríamos hipotetizar un criterio de reordenamiento de estos ángulos o aspectos, en función de su intensidad.

Tendríamos entonces que decidir qué criterio adoptar para definir cuál sería la disminución de intensidad a tener en cuenta para los armónicos de la serie.

Y aquí hay un desafío que no deja de ser interesante y es el material con que está hecho el objeto que vibra, en este caso un planeta o bien un punto y que no será lo mismo para un Júpiter, o un Urano, o una Luna, por ejemplo.

Es, quizás con este criterio, la astrología hindú considera que ciertos planetas son susceptibles de hacer ciertos aspectos y no otros, y que en esta característica difieren de otros planetas.

Pero dejando estas complejidades de lado y suponiendo, para este ensayo, que todos los planetas y puntos poseen la misma capacidad de generar aspectos tanto en los ciclos que hacen, como en el campo circular en que están inscriptos, podríamos hipotetizar un cierto orden de intensidad en los aspectos astrológicos.

Podríamos suponer “Newtonianamente”, que cada nivel de armónico que se exprese, lo hará en razón inversa al cuadrado de la distancia del armónico examinado, respecto del armónico 1 o fundamental (conjunción).

Usamos, para esta evaluación 6 series con sus respectivas intensidades, como lo más representativo de lo que en realidad sucede en un despliegue infinito y asumimos esta decisión por completo arbitraria, pero bien interesante al examinar los resultados y conclusiones así obtenidos:

Observemos, entonces, cómo queda reordenado el cuadro, si tomamos como criterio de ordenamiento la suma de intensidades de armónicos concurrentes, en orden decreciente:

Resulta un reordenamiento sugestivamente coherente con los criterios asumidos mayoritariamente para la evaluación de la intensidad relativa de los aspectos astrológicos y también resulta muy clara la distinción de los aspectos mayores, respecto de los demás aspectos.

Esto sitúa con mayor intensidad a la cuadratura respecto del trígono, que es anterior en la serie, ya que la cuadratura suma el hecho de ser un armónico, tanto desde la serie originada en la conjunción, como en la que surge de la oposición o segundo armónico, cuando lo consideramos como el primer armónico de una nueva serie.

Por supuesto que hay cuestiones que atañen a la cualidad propia de cada aspecto que para esta valoración cuantitativa considero irrelevante y que resulta valiosa desde lo interpretativo.

También se revela en este reordenamiento la importancia de los aspectos de 30º (semisextil y quincuncio), que ascienden varios renglones en este gráfico, debido a la gran concurrencia de series armónicas que se superponen.

Dicho sea de paso, el armónico 12 o bien la división en 12 partes de la unidad manifiesta sintéticamente la importancia de este número que es el germen básico de la división en campos zodiacales de toda unidad.      

El 12 es un número que, en la serie de números naturales, contiene en forma notable la mayor cantidad de submúltiplos y si continuamos progresando en esta serie, no hay un hito que lo supere.

El orbe es también una cuestión técnica en astrología para determinar con qué tolerancia se considera como efectiva una relación de aspecto.

Podemos realizar una experiencia para ver qué nos dice la acústica al respecto.

Si colocamos un dedo sobre una cuerda de un instrumento justo en la mitad de su longitud y sin presionar, sólo con un mínimo contacto, se genera un nodo u onda estacionaria. Y si pulsamos la cuerda, quedará inhibida de vibrar en su totalidad y sólo lo hará en sus mitades. Esto es porque al inhibir el primer armónico o fundamental, el sonido correspondiente a la longitud total de la cuerda no podrá vibrar, pero en cambio sí lo harán ambas mitades, sumando además las frecuencias producidas por la serie de armónicos que estas mitades generen.

La precisión absoluta no es necesaria para que se produzca este efecto y hay cierta tolerancia hacia ambos lados del punto exacto del nodo, lo cual es perfectamente comparable al criterio de orbe con que la astrología evalúa la efectividad o no de un aspecto.

En acústica esto depende de variables a ponderar, como la cercanía del armónico producido respecto del primer armónico (cuanto más alejado del 1, menor tolerancia u orbe). Y nuevamente concurren cuestiones muy dificultosas de evaluar como para trasladarlas a la astrología, como, por ejemplo, de qué material está hecho el objeto que vibra (un elemento oscilante, para la acústica; un cuerpo celeste o punto, para la astrología)

Aquí no disponemos ya de posibilidad alguna de teorizar respecto de los orbes con precisión, pero sí podemos observar algo también muy interesante.

Tanto en la acústica como en la astrología esta tolerancia u orbe disminuye gradualmente con la lejanía respecto de la unidad y esto se aplica literalmente de acuerdo a la ubicación del armónico evaluado, respecto de la serie.

Esto hace que una oposición sea evaluada con un orbe mayor que un sextil, por ejemplo.

También, más allá de lo simbólico, que un cuerpo celeste o punto pueda tener un orbe mayor o menor que otros.

Aplicando este criterio en acústica, se puede observar experimentalmente que para el armónico 3 el orbe es mayor que para el armónico 4.

Podríamos inferir, entonces, que el orbe de un trígono es mayor que el de una cuadratura y no hay ningún argumento que indique otra cosa.

Así como también sucede que, para cada división, al generar su propio sistema de armónicos, suceden las concurrencias previamente expuestas, lo que hace que la cuadratura sea, como aspecto, de mayor intensidad, independientemente de lo cualitativo.

Hay que decir que estamos dejando por fuera de este análisis el correlato sistémico que hay entre los aspectos y la división del círculo, sea ésta zodiacal o domal.

Tampoco estamos haciendo referencia alguna a la apreciación evolutiva de todo aspecto que, teniendo origen en la conjunción (0º), recorre dinámicamente todo el círculo pasando por todos los nodos aspectuales en un orden que se corresponde con los ángulos que van haciendo con el punto de origen hasta completar el ciclo, alcanzando una nueva conjunción.

Analizando las series armónicas desde el 1 al 12 se puede observar lo siguiente:

En el punto de origen, los 0º / 360º del círculo se concentran los nodos de todas las series de armónicos. Podríamos teorizar que la intensidad resultante sobre este nodo bien puede ser la suma de intensidades de todas las series del 1 al 12.

Sobre los 180º coinciden los nodos de todos los armónicos pares (2, 4, 6, 8, 10, 12).

En los 90º coinciden los nodos de los armónicos que son múltiplos de 4.

A los 120º están los nodos correspondientes a los armónicos múltiplos de 3.

Y así, siguiendo, completamos la siguiente tabla de ponderación de intensidades, ordenadas en forma decreciente en el siguiente cuadro:

Vamos a ubicar sobre puntos del círculo, en orden, la secuencia de nodos armónicos, con su correspondiente valor de intensidad para cada uno de ellos. No es necesario superar los 180º, ya que de los 180º a los 360º los nodos se suceden en forma especular, respecto de la primera mitad del círculo.

ORDENAMIENTO DE ÁNGULOS Y ASPECTOS EN EL CÍRCULO
CON INTENSIDADES ESTIMADAS PARA CADA NODO

Si estableciéramos un criterio de orbe hacia ambos lados de cada nodo y si, además, este orbe fuese proporcional a la intensidad de cada nodo, hallamos algo muy coherente:
Ninguno de los nodos (orbes incluidos) aquí listados se solapa o superpone con ningún otro de los nodos adyacentes, con sus orbes incluidos.

Se genera así un sistema de energías sucesivas a través de toda la circunferencia cuya coherencia permite la expresión de cada nodo individualmente, de acuerdo a su intensidad, que le es propia.

El siguiente es un gráfico que nos da alguna idea de lo que sucede con las intensidades de los aspectos (nodos) a lo largo del semicírculo. Las proporciones graficadas de las intensidades son especulativas:

Lo que sería igual a:

Sergio Blostein - 2025

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