Un breve texto parte del prólogo del libro "El enigma del Zodíaco" de Jacques Sadoul puede informar mejor al lector acerca de la escuela:

"No he creído nunca en la astrología.
Los horóscopos de los periódicos no llegaban a indignarme, pues me contentaba, simplemente, con volver la página sin verlos. La indiferencia ante ese extremo -se dice- es la forma última de la incredulidad. Por el contrario, siempre me he sentido atraído por la alquimia y ese interés me impulsó a escribir un estudio donde se discutía la realidad de las trasmutaciones metálicas. Sin embargo, cuanto más penetraba en la historia de la filosofía hermética, más me percataba que muchos alquimistas consideraban su ciencia indisolublemente ligada a la astrología. Éste era, por ejemplo, el caso de Arnaldo de Vilanova, de Basilio Valentín, de Paracelso y en nuestra época de Fulcanelli o de Armand Barbault.
A causa de ello concebí cierta curiosidad hacia la ciencia de los astros, que pronto se vió fomentada por dos hechos nuevos. En primer lugar, el azar me hizo encontrar a una anciana señora que en el curso de la conversación, empezó a hablarme acerca de una experiencia astrológica que había tenido antes de la guerra y que la había marcado para el resto de su vida.
En 1930 ó 1931, se había confiado a una amiga suya respecto al matrimonio de su hijo con una muchacha que no le placía demasiado. Esta amiga le aconsejó acudir a un astrólogo que ella conocía, un hombre muy serio que ocupaba un cargo importante en el mundo de las finanzas; añadió que le sería necesario copiar de su libro de familia la fecha y la hora exacta del nacimiento de su hijo. Esta dama concertó pues, una cita con Eudes Picard, uno de los individuos más representativos del movimiento del renacimiento astrológico del siglo XX.
Este escribió el tema, quedó luego perplejo y finalmente, dijo:Tendrá Ud. que perdonarme, señora, pero me parece casi imposible que este niño vaya a casarse el mes próximo, pues su horóscopo indica que no llegó a vivir más allá del cuarto año.
El hecho era exacto; al copiar la fecha y la hora de nacimiento, la buena señora se había equivocado y había tomado referencias que concernían a su hijo primogénito, muerto a los cuatro años y medio de edad.
La dama me confesó que no se atrevió a regresar nuevamente a casa de Eudes Picard con la verdadera fecha de nacimiento de su otro hijo ..."

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