Toda ciencia es predictiva, la astrología tambien lo es
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Astrología culta y erudita
Desde tiempos remotos la humanidad observó los movimientos del cielo que, siendo cíclicos, resultan ser significadores de tiempos y procesos igualmente cíclicos. Así pues, los movimientos del cielo pudieron ser vinculados con los ciclos a partir de una observación rigurosa, en un principio de los astros más visibles: el Sol y la Luna. La imaginación, guiada por una intuición, que posiblemente dialogaba con todo esto, contribuyó a que el hombre agrupe el telón de fondo del cielo estrellado en dibujos de toda naturaleza, en los que podían verse estrellas interconectadas, constituyendo así lo que llamamos constelaciones.
El Sol, al igual que todo el sistema de planetas que gira a su alrededor está contenido en una banda circular por la que se desplazan todos los cuerpos del sistema; y el centro de este camino es el recorrido aparente del Sol: la Eclíptica. Esta banda circular, que se extiende unos 8,5º, aproximadamente, a ambos lados de la órbita solar contiene los planos orbitales de todo el sistema. Las constelaciones por las que en su camino aparente se desplaza el Sol, son las que conforman lo que llamamos Zodíaco.
El origen de la palabra Zodíaco refiere, etimológicamente, un círculo constituido por una serie de animales, aunque no todas las constelaciones representan animales. Sin embargo, resulta muy sugestivo que desde un principio haya habido registro de las constelaciones con una alusión a seres vivos, proponiendo de alguna manera que este sistema tenga representación vital.
El ciclo de rotación terrestre alrededor del Sol, combinado con la inclinación del eje de rotación de nuestro planeta respecto de la eclíptica, da origen a las estaciones, que son períodos en que la naturaleza despliega procesos cíclicos, dado que el sistema que los contiene, también lo es.
Quizás hubo una percepción clara acerca de la división armónica del ciclo que, por razones físicas propias de la acústica, genera y contiene resonancias consistentes con la serie de números naturales. Por razones que veremos más adelante, la división en doce campos de este espacio cíclico, resulta ser de gran potencia expresiva, a la vez que tiene coherencia sistémica.
El conjunto de estos doce campos, es lo que solemos llamar signos zodiacales: Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, Leo, Virgo, Libra, Escorpio, Sagitario, Capricornio, Acuario y Piscis, en el orden en que se suceden, a partir de un punto que definimos como inicial, cuya ubicación determinamos en la intersección del plano de la eclíptica con el del ecuador: el Punto Vernal. En este punto, 0º de Aries, sucede astronómicamente uno de los equinoccios.
Proponernos definir qué es el Zodíaco, adentrándonos en lo profundo que puede ser el hecho de pensarlo como metáfora de un organismo vivo es una tarea inagotable por definición, ya que en su despliegue se manifiesta la totalidad. En cuanto a lo energético, el Zodíaco es una organización inteligente, repleta de funciones y significados de todo orden, lo cual también resulta inconmensurable.
Las energías que constituyen el Zodíaco, que nombramos como Signos (Aries, Tauro, Géminis, Cáncer, etc.) se articulan entre sí de una manera inteligentemente orgánica.
En este trabajo es mi intención proponer una visión del Zodíaco, que pudiera extender su aplicación astrológica tradicional, presentándolo como un patrón matricial universal: un orden de energías generado por la manifestación vibracional de la unidad incluyendo el conjunto de resonancias armónicas que le son propias.
Este principio de organización armónica, bien podría ser aplicable a toda unidad, ya que, según la ley hermética: como es arriba es abajo, o, en otras palabras, toda unidad es semejante a cualquier otra.
Considerar el Zodíaco como un sistema de energías consistente con las resonancias armónicas que surgen de la unidad, en línea con las leyes de la física acústica, abre un sinfín de posibilidades expresivas.
El Zodíaco se despliega de distintas maneras, según la unidad y el punto de origen que consideremos:
Tal vez sería posible universalizar este concepto, trasladando la organización zodiacal a cualquier otra relación que representemos como unidad, ya sea lineal o cíclica. Esto implica que la estructura subyacente del Zodíaco (la división en doce que se desprende de los armónicos) es un modelo aplicable a cualquier sistema o fenómeno.
Desde la antigüedad, las dodecatemorias referían este concepto al dividir un signo (la unidad para este caso) en doce campos energéticos congruentes con la expresión zodiacal. Así, cada doceava parte de un signo (2º 30’) se corresponde con cada energía zodiacal subyacente en esa división. Otras divisiones de la unidad en números enteros, como por ejemplo la partición en tres de un signo, genera los decanatos de la tradición astrológica.
La propuesta clave es que la manifestación armónica de cualquier unidad manifiesta un orden y estructura invariables. Y sus características pueden ser transliterables, sin importar la dimensión espacial o temporal. Este principio se corresponde con la máxima hermética: Como es arriba, es abajo, o, como se expone aquí, como es un ciclo es otro, como es una unidad es cualquier otra unidad. No es necesario justificar la analogía entre dos ciclos o unidades cualesquiera: al tratarse en todos los casos de unidades, son idénticas en su manifestación.
Esto hace que sea posible entrelazar estructuras cíclicas, producto de diversas técnicas, con diferente escala temporal, como tránsitos, progresiones secundarias, así como la posible interrelación de sistemas direccionales simbólicos, sin importar la clave direccional que se aplique, etc.
No es necesario limitar este criterio a una forma o dimensión específica. Una distancia angular entre dos puntos cualesquiera es también susceptible de esta misma división armónica, pues, la resonancia es un principio universal, que se manifiesta en todo lo existente.
Este principio justifica, por ejemplo, el uso técnico de los puntos medios. En ellos, la distancia angular entre los planetas o puntos astrológicos puede ser, o no, un aspecto. Cobra entonces, significado la división armónica de la unidad: un punto medio es el segundo armónico de la unidad integrada por el segmento entre dos puntos, situado en la mitad exacta de su distancia angular, en otras palabras, dividiendo la unidad en dos.
Siguiendo este procedimiento, al dividir el segmento armónicamente en tercios, obtenemos el tercer armónico, y así sucesivamente. Aunque la división puede ser infinita, nos limitaremos a hacerlo hasta el armónico doce, que es donde la división armónica manifiesta la mayor intensidad expresiva razonable. Más allá del armónico doce, la manifestación se reduce tan considerablemente que podemos detenernos aquí, ya que los armónicos disminuyen su intensidad en una relación cuadrática inversa respecto del número de armónico.
El Zodíaco, sea trópico, dracónico, horizontal, o el que surja de cualquier expresión que se tome como unidad, no es sólo una división, es un sistema de energías que resuenan armónicamente según las leyes de la física acústica, lo que sugiere una base vibracional para la manifestación de estas energías.
Las nociones de unidad y punto de partida son centrales. La unidad puede ser un círculo (eclíptica, ecuador, horizonte) o una distancia entre dos puntos. El punto de inicio en un campo cíclico puede ser uno con significado particular. Lo esencial es que toda unidad se despliega en un orden arquetípico o secuencia de energías que se vinculan matricialmente, expresando un patrón: la manifestación natural de las energías que llamamos Zodíaco.
Podríamos teorizar que el Zodíaco no es sólo cierta organización de energías, sino un lenguaje universal vibracional. Cada grado, signo o armónico representa una frecuencia o combinación de frecuencias que se manifiestan consistentemente en diferentes contextos. Si la física acústica es la base generadora del Zodíaco, podría aplicarse a múltiples áreas, como la biología (patrones de crecimiento), la psicología (ciclos emocionales) o la estructura de partículas subatómicas interpretadas como unidades que resuenan, entre un sinnúmero de etcéteras posibles.
La idea que toda unidad puede ser equivalente a cualquier otra dado que su manifestación armónica es un orden invariable, sugiere también un principio fractal. Cada unidad, sin importar su escala espacial o temporal, contiene el mismo patrón matricial armónico del Zodíaco. La transliterabilidad de las características permite una comprensión más profunda de la analogía: no es mera semejanza, sino un principio armónico subyacente que se expresa de manera similar y resonante.
También sería posiblemente válido aplicar el mismo criterio en el sistema domal. Lo que obtendríamos, en este caso, sería la posibilidad de generar lentes perceptivas sutiles, acorde al número, pensando que, en realidad, los puntos así obtenidos son armónicos. Y esto es factible de calcular, tanto en el círculo entero como en una casa astrológica cualquiera. El uso de esta clase de divisiones, cuyas posiciones pueden ser precisamente obtenidas usando los mismos patrones de cálculo que los utilizados para calcular las casas topocéntricas, ya ha sido aplicado a las semicúspides.
La idea que la división de una casa astrológica en números enteros genera lentes perceptivas sutiles, acorde al número, es fascinante. Si consideramos que estas divisiones son armónicos, cada subdivisión puede aportar mayor información, enriqueciendo la interpretación.
La afirmación que el armónico doce posee la mayor potencia expresiva y que, más allá de este armónico la manifestación se reduce, es crucial. ¿Por qué doce es el número límite? Podría representar una totalidad o compleción dentro de este sistema de resonancias, conectando esto con la estructura de la base numérica 12, manifestada por culturas y sistemas de toda naturaleza.
En la práctica, si el armónico doce es el más potente, esto sugiere que, en cualquier análisis de una unidad, las divisiones en doce (y sus múltiplos y submúltiplos, como el seis, cuatro, tres, dos) serían las más significativas para revelar el patrón subyacente.
Demetrio Santos (1924-2016) fue un astrólogo e investigador español que buscó establecer una base matemática y física para la astrología, desvinculándola de lo esotérico. Para Santos, la astrología requiere un modelo teórico matemático y una conexión con la física y la biología. El campo zodiacal angular, como lo llamó Santos, puede ser un principio o patrón subyacente constante, más allá de las manifestaciones del Zodíaco. Él enfatizó las resonancias armónicas, basadas en la física acústica, como clave para entender este invariante. La división de la unidad en armónicos no es arbitraria, sino que sigue una lógica matemática y vibracional inherente a la naturaleza de la unidad. Demetrio Santos afirma: “El campo angular, en cuanto a su forma, es independiente de la velocidad de giro y de la intensidad del campo; es decir, que todos los campos angulares son idénticos, o, lo que es lo mismo, el campo zodiacal angular es un invariante”.
Para nuestra percepción, obligadamente topocéntrica, ya que nos constituimos, desde donde nos encontremos, en centro de todo lo que gira a nuestro alrededor, lo importante es el juego de relaciones angulares que produce en nuestro centro perceptivo todo el sistema en movimiento. No es relevante la distancia con el cuerpo del objeto celeste en sí, sino su interrelación angular dentro del ámbito en que transcurre. Esto hace posible que podamos tomar, por ejemplo, indistintamente, un ángulo medido sobre la Eclíptica, teniendo como partícipes a la Luna, cercana, a un lejano Plutón, a una estrella fija muy remota, o bien un punto cualquiera que definamos sobre su plano.
La máxima hermética Como es arriba, es abajo, no es una metáfora, sino una verdad científica basada en la recurrencia de patrones armónicos. La siguiente propuesta: Toda unidad es equivalente a cualquier otra unidad dado que su manifestación armónica es un orden invariable y, por lo tanto, sus características son transliterables, es una articulación directa de este concepto. Significa que la forma o dimensión de la unidad puede cambiar, pero el principio de división y manifestación armónica permanecen idénticos.
Si el campo invariante zodiacal es la constante de la división armónica de la unidad, esto fundamenta, como fue antes mencionado, el uso de los puntos medios y los aspectos armónicos en astrología. En este caso, nuestra unidad considerada es una distancia en vez de un círculo. No importa la distancia angular inicial, esta se convierte en una unidad que puede ser sometida a las mismas leyes armónicas que definen el Zodíaco en su totalidad.
En resumen, el invariante zodiacal refiere al patrón universal y constante de división armónica en doce partes, basado en leyes físicas y matemáticas que subyace a la manifestación de toda unidad. Este principio permite la transliterabilidad y la analogía entre diferentes escalas y formas de manifestación.
El reconocimiento de este campo invariante zodiacal es fundamental para construir un modelo teórico robusto y demostrable para la astrología, acercándola a una disciplina basada en leyes naturales y universales.
En la astrología armónica, cada armónico es un nivel vibratorio que revela capas de la psique y la experiencia. Si la frecuencia fundamental es la unidad, los armónicos muestran cómo se despliega la unidad. Cada armónico es una lente a través de la cual se expresa la energía fundamental.
¿Qué implicaciones prácticas tendría lo expuesto para la interpretación de fenómenos no astrológicos, si se aplica a estos fenómenos este principio de división armónica? Por ejemplo, ¿podríamos analizar un proceso de desarrollo de un proyecto, un ciclo económico o una secuencia biológica, aplicando los armónicos zodiacales?
Estas cuestiones invitan a seguir investigando para hallar conexiones y buscar ejemplos concretos que validen estas ideas más allá del marco teórico y del ámbito astrológico.
Sergio Blostein - 2025
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