Toda ciencia es predictiva, la astrología tambien lo es
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Astrología culta y erudita
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El Calendario egipcio forma parte de una larga investigación sobre los calendarios de la antigüedad, cuyo primer fruto fue la publicación de un pequeño ensayo de divulgación general, Calendarios y medidas del tiempo. Esta investigación parte de la idea de que los calendarios -y el estudio de los astros que implican- jugaron un papel fundamental en la vertebración de las civilizaciones de la antigüedad y en el desarrollo de sus artes y ciencias, Por ello, su estudio y análisis facilita y propicia una amplia panorámica sobre estas civilizaciones y la constitución de un Atlas memorístico (a imagen del Mnemosyne-Atlas de Aby Warburg) que pretende reflejar la esencia de cada una de ellas. En el caso de este Calendario egipcio el análisis es sobre todo deudor, evidentemente, de los numerosos y fascinantes trabajos de los egiptólogos, especialmente de aquellos que, de manera más o menos sistemática, se ocupan de este o aquel aspecto del calendario. Aunque en ocasiones el tema se hace complejo y no permite una lectura distraída, se ha intentado en todo momento presentarlo de manera clara y amena, como si se tratase de un juego.
JOAQUÍN LLEDÓ AVILLEIRA. Nacido en 1945. Desde finales de los años sesenta hasta la década de los ochenta reside en Paris, donde realiza como director de cine varios largometrajes (Sujet, Le secretaire aux mille et un tiroirs; La vraie histoire de Gérard Lechómeur) y diversos documentales (Nacimiento, Las noches del cante flamenco, etc.). En España ha publicado numerosos libros, tanto novelas (La isla del ensueño, El agujero de la noche) o trabajos literarios (La bella judía de Gibraltar, La presencia del mundo judío en la obra de Vicente Blasco Ibáñez), como ensayos de investigación histórica (La Ilustración, Calendarios y medidas del tiempo, Los milenarismos, La masonería, El Esoterismo, Maimónides, Utopías para tiempos difíciles).
También es redactor jefe de la re-vista de arte y literatura Álbum Arte-Letras, con la que ha publicado diversos libros de arte (Los jardines de Piedra, la arqueología romántica, El Grand Tour, Viajes por Egipto y el Asia Menor, El jardín y sus símbolos, Mitología clásica, Las expediciones científicas españolas del siglo XVIII).
INTRODUCCIÓN
Entre todas las antiguas civilizaciones la egipcia es, sin duda, aquélla sobre la que más se ha escrito, aquélla sobre la que más se ha publicado. La bibliografía sobre este tema es tan extensa que en la actualidad es prácticamente inabarcable. Sin embargo, y pese a ello, también es evidente que todo lo que se refiere a Egipto continúa evocando para nosotros el misterio. Como si el abismo fuese insondable. Como si la incesante tarea de desvelar a Isis nunca lograse acceder al último de sus secretos.
Muy probablemente la razón de ello se halle en que el culto al misterio, es decir, aquello que dio en llamarse hermetismo, es, en realidad, la verdadera naturaleza de la civilización egipcia. Una civilización que convierte a toda investigación en iniciación. Que se apropia de los sueños de quienes en ella se interesan antes de revelarles las razones de su milenaria y fascinante realidad.
A veces, incluso, podría creerse que existe verdaderamente algún hechizo, algún eficaz conjuro funerario, que hace que los vestigios del remoto pasado parezcan más auténticos que el presente del investigador, sea cual sea el momento en que éste viva y trabaje. Como si lo que llamamos realidad, es decir,
la cotidianidad occidental, al entrar en contacto con la fabulosa civilización egipcia, perdiese su ya escasa consistencia y en las orillas de ese Nilo que no cesa de fluir, frente a aquellos monumentos e inscripciones que guardan la memoria de milenios, fuese ella la que se convirtiese en pálida sombra, en fantasma condenado a desaparecer sin dejar apenas traza.
A pesar de que el final de la Edad Antigua y la expansión del Islam hicieron que el país del Nilo permaneciese durante mucho tiempo inaccesible para la civilización occidental, durante este largo periodo la memoria de Egipto continuó viva en Occidente, evidentemente gracias a la Biblia, pues mucho es lo que se habla en este libro del país de los faraones (baste citar al patriarca Abraham, la historia de José y la figura de Moisés), pero también gracias a los griegos, cuyos principales sabios, según decían todas las fuentes, habían sido iniciados en el país de las pirámides en los secretos de la astronomía, de la geometría y de los calendarios (y, por ejemplo, mucha era, se decía, la admiración que había sentido el propio Platón por esas famosas clepsidras con las que los egipcios medían de manera precisa su tiempo).
Por todo ello durante la larga Edad Media, pese a su tanta veces citada, y sin duda cierta oscuridad, en realidad nunca llegó a olvidarse que los orígenes del saber se hallaban en Alejandría. Y aunque durante este largo periodo fuesen pocos los que de estas cuestiones se ocupaban, estos pocos sabían que en esta ciudad, fundada en el delta del Nilo por los conquistadores griegos, primero bajo las dinastías helenas, y posteriormente bajo el dominio de los romanos, pero siempre con la ayuda de judíos y caldeos, e incluso con la de los propios egipcios que se decidieron a colaborar con el nuevo régimen, se habían intentado sintetizar y divulgar por vez primera todos los conocimientos de la antigüedad. Y por ello nunca llegó a olvidarse, o al menos nunca llegó a olvidarse del todo, que en estos conocimientos tenía gran importancia todo lo que se refería a la misteriosa y fascinante civilización del Nilo.
Y es precisamente porque Egipto continuaba estando presente en los mitos en los que se basaba la propia civilización occidental, por lo que el Renacimiento, buscando de nuevo sintetizar un saber universal, no pudo olvidarlo, y, dada la imposibilidad de acceder a los monumentos y vestigios del pasado, se vio obligado a inventarse, basándose en las referencias bíblicas o griegas, en los escasos textos egipcios disponibles, procedentes su mayor parte de los
obeliscos transportados a Roma y, sobre todo, en las múltiples leyendas que sobre este misterioso país se habían ido forjando durante el periodo medieval, una egiptología fabulada que muy poco tenía que ver con la realidad de la desaparecida civilización. Y esta egiptología soñada, de la que volveremos a ocuparnos con más atención, al mismo tiempo que anunciaba e iniciaba los estudios sobre Egipto, introducía en estos estudios una serie de hipótesis sobre la verdadera naturaleza de la civilización egipcia; hipótesis que se manifestaron unas, reales, conjeturas fecundas que guiarían la arqueología y serían por ella demostradas; otras, erróneas, falsas pistas que no harían sino sembrar en el misterio ignorancia. Pero, sea como sea, todas y cada una de estas hipótesis que los historiadores y eruditos elaboraron, principalmente durante los siglos XVII y XVIII, algunas de ellas relacionadas directamente con la astronomía, y por ello con el calendario, condicionarían toda investigación sobre Egipto durante mucho tiempo, e incluso todavía hoy la condicionan.
Por supuesto durante el periodo de la Ilustración no sólo se acrecentó el interés por los vestigios y la historia de las antiguas y desaparecidas civilizaciones, sino que retomó fuerza y vigor el viejo proyecto del primero de los historiadores, el griego Hecateo: lograr una historia liberada de supersticiones y leyendas. Y con el propósito de hallar en las ruinas la verdad de todos aquellos fabulosos hechos que narraban los libros, los ilustrados se pusieron en marcha hacia los lugares en donde habían acontecido; aunque en un primer momento, dadas las circunstancias históricas, se viesen limitados a Italia y las antigüedades romanas. Porque aunque nunca faltaron los intrépidos aventureros que, pese a los obstáculos, pese a las dificultades, conseguían vi-sitar esta o aquella región egipcia (aventureros y viajeros de los que también volveremos a ocuparnos), en realidad, para que los estudios sobre Egipto pu-diesen dar sus primeros pasos hacia una aproximación que pudiera considerarse ya como científica, hubo que esperar a que la famosa expedición militar al país de las pirámides de Bonaparte, en un momento en que Francia había entrado en litigio con los intereses ingleses a propósito de Egipto, abriese violentamente una brecha en el férreo círculo en el que la civilización musulmana mantenía celosamente guardado al país del Nilo; brecha que permitió a los científicos y estudiosos europeos adentrarse en los misterios de la desaparecida civilización. El logro más espectacular de esta expedición fue, sin duda, el hecho de que, sólo unos pocos años más tarde, un joven y genial
investigador llamado Champollion consiguiese, al descifrar la escritura jeroglífica de los egipcios, restablecer la comunicación directa con la perdida y milenaria civilización y, por supuesto, con los secretos de su ciencia y su filosofía.
Durante los dos últimos siglos, mientras se iban realizando continuos y a veces sorprendentes descubrimientos, la pasión por Egipto se convirtió a veces, durante periodos más o menos largos, en una auténtica obsesión, ejerciendo una enorme influencia sobre la literatura, la arquitectura, la pintura y, por supuesto, sobre todo aquéllo que se relaciona con el llamado esoterismo. Paralelamente la arqueología y la historia fueron revelando más y más aspectos de la realidad y vida cotidiana de los seres que durante más de 3.000 años vivieron bajo una civilización, que aunque en tan largo periodo experimentase, lógicamente, importantes cambios, permaneció, en lo esencial, estable, pues, si una las características fundamentales de Egipto es el misterio, otra, no menos fundamental, es su manera obsesiva de respetar y mantener inalterados los principios en los que se basaba su orden social (aunque, evidentemente, no faltaron los intentos de radicales reformas, siendo el más famoso aquél que intentase, aunque sin éxito, el faraón Akhenatón, y pese a que en la larga historia de Egipto, más de tres milenios, en realidad fueron raros y cortos los momentos de verdadera estabilidad política, pues el país del Nilo fue invadido numerosas veces y tuvo largos periodos en los que permaneció dividido en varios reinos feudales).
Este trabajo, que forma parte de una investigación sobre el conjunto de calendarios de la antigüedad, pretende reunir y analizar las principales investigaciones que se han realizado hasta el momento sobre el calendario egipcio. Pero habrá que perdonar que este modesto acarreo de caudales a una misma acequia pueda, a veces, parecer dispersarse, ocupándose de aspectos que aparentemente en nada se relacionan con el tema propuesto. Ello se debe, en parte, al papel fundamental que juega en cualquier civilización su calendario, pues éste, además de resumir los conocimientos astronómicos del pueblo que lo usa, lo que implica hacer obligatoriamente referencias, tanto a su ciencia como a su religión, también sirve para ubicar y por ello para rememorar los principales acontecimientos, tanto cíclicos o periódicos como, por ejemplo, los relacionados con la agricultura (o en el caso de Egipto con las crecidas del Nilo), como excepcionales, guerras, conquistas, nacimiento o fin de las dinastías, etc., por lo que interesarse en el calendario egipcio implica necesariamente
referirse a las costumbres y tradiciones de este pueblo y por supuesto a su historia. Y por ello, muchas de las alusiones a este o aquel aspecto de la milenaria civilización que, lógicamente, por razones de espacio, no pueden ser en este texto sino superficiales, no son sino invitaciones al lector que debe in-tentar aportar en todo momento todo lo que conoce sobre este país del que tanto se ha escrito. Para intentar así, entre todos, conocer mejor las razones de ese calendario que, pese a todo, continuará siendo para nosotros misterioso.
Pero de todas maneras, antes de hacer ninguna alusión a tan larga y fascinante historia, e incluso antes de abordar aquéllo que centra específicamente este trabajo, el calendario egipcio, se ha preferido situar en primer lugar un breve resumen de las principales teorías existentes sobre los calendarios prehistóricos, que busca sugerir al lector las condiciones en que pudieron ser creados y algunas de las razones que motivaron su creación. Por último, dada la aparente complejidad de algunas de las particularidades del calendario y sus relaciones con la astronomía, se han añadido, al final del libro, en el APÉNDICE I, todos los cómputos y nociones astronómicas necesarios para facilitar al lector una perfecta comprensión de aquéllo de lo que se habla en este texto. En lo que respecta a la transliteración de los nombres egipcios, una espinosa cuestión sobre la que existen criterios dispares, aunque en general se han utilizado las reglas propuestas por Alain Gardiner en su Gramática Egipcia (APÉNDICE II), a lo largo del texto se han usado muchas veces las grafías más conocidas, aunque a veces acompañadas de la transliteración de Gardiner o de frases como "la ciudad llamada por los griegos", "la divinidad conocida como", etc.
ÍNDICE
Introducción 5
Capítulo 1
Los orígenes de los primeros calendarios 11
Los orígenes de la civilización egipcia 17
La unión de las dos tierras 26
El mito del calendario 33
Florecer y agostar 39
Capítulo II
El ciclo de Sothis 45
El espacio y el tiempo 54
Las pirámides 59
El cordel de las medidas 66
El calendario egipcio 72
Capítulo III
Las matemáticas egipcias 81
El papiro Rhind 91
La medida del tiempo 97
Algunos acontecimientos de aquellos tiempos 102
Capítulo IV
Relojes de estrellas 113
El sendero de las decanas 125
El nombre de las decanas 130
El cielo simbólico 158
El faraón hereje 174
El cuerpo de la diosa 182
Capítulo V
El fin de los tiempos 189
Heródoto 198
Manetón 203
Alejandría 215
Dendera 221
Las estrellas que nunca descansan 230
Capítulo VI
Los meses y las festividades 243
La primera estación 251
La segunda estación 262
La tercera estación 264
Los días añadidos 267
Capítulo VII
Los romanos 271
Ptolomeo 281
El cristianismo 283
El hermetismo 289
El fin del mundo antiguo 300
El Islam en Egipto 311
El Renacimiento 317
La época de los descubrimientos 323
La egiptología 331
El futuro florece rumbo a mi encuentro" 347
Apéndices
Referencias astronómicas
Principales coordenadas 355
Los ciclos de la luna 363
Algunos problemas del calendario 363
Las estrellas decanas 367
Apéndices II
La escritura egipcia 373
Apéndices III
La leyenda de Lino 379
Apéndices IV
Grecia y Egipto 383
Índice de láminas 393
Bibliografía
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y os pueden informar en este teléfono 91 578 44 33
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PEDIDOS AL EXTRANJERO:
El libro es de reciente aparición en España y no ha sido exportado aún. Varias personas se han interesado por él desde Latinoamérica. Lamentablemente el sistema de envíos allá no es precisamente bueno. No cobran por tarjeta de crédito, sino por ingreso en cuenta bancaria si es pedido del extranjero, y los gastos de envío son altos, seguramente más de lo que cuesta el libro.
Estuve mirando en una distribuidora que exporta y en el editor y todas tienen el mismo problema con envíos al extranjero.
Precisamente: Rerum Natura -me parece que se llaman así- c/ Francisca Moreno, 5.- Metro Goya (Salida Gral. Díaz Porlier). Tienen una pag., web, si te metes en ella, ahí viene. Saludos.
Muy interesante,muchas gracias, para todos los amantes de Egipto y su enorme saber. ¿Alguien sabe si Lo venden en alguna librería en Madrid? Es que me voy dentro de dos semanas y quería aprovechar
¡Gracias por la información! Saludos.
Fantástico y además visto desde un punto de vista menos comercial de los que son habituales del tema Egypto. Sin que por ello sea menos interesante, al contrario. me propongo leerlo. gracias
Interesante y excelente, Gracias Joaquín
muy bueno e interesante
Magnífico, gracias Joaquín
A propósito de los textos griegos según un seminario de 10 sábados de duración dictado entre octubre y diciembre 2011 por la profesora Patricia Osorio (Doctora de la Universidad de París) en el Club Concorde de la Embajada de Francia en Bogotá sobre "Una historia olvidada" a raís del asesinato de Hipatia y la destrucción de la biblioteca de Alejandría por los cristianos fanáticos, los textos griegos se salvaron gracias a los cristianos "herejes" nestorianos que los tradujeron primero al aramaico y luego al árabe en el Imperio Sasánida (situado donde está ahora Irán), y llegaron a Europa gracias a traducciones al latín por los mismos nestorianos bajo los árabes del reino Omeya y de El Andaluz que eran por un tiempo culturalmente abiertos.
Saludos Maria_luisa
Interesantisimo, gracias
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