A la ira con que una noche le cerró la puerta
¿Qué estrella saturnal, tirana hermosa,
se opuso, en vez de Venus, a la Luna,
que me respondes grave y importuna,
siendo con todos fácil y amorosa?
Cerrásteme la puerta rigurosa,
donde me viste sin piedad alguna,
hasta que a Febo en su dorada cuna
llamó la aurora en la primera rosa.
¿Qué fuerza imaginó tu desatino,
aunque fueras de vidro de Venecia,
tan fácil, delicado y cristalino?
O me tienes por loco o eres necia:
que ni soberbio soy para Tarquino,
ni tu romana para ser Lucrecia.
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