Un nuevo instrumento óptico empezó a recorrer los círculos eruditos europeos a comienzos del siglo XVII. Pronto lograría que la relación de nuestra especie con los astros cambiara para siempre. El telescopio, emblema de la revolución científica de la Edad Moderna, acercó los cielos a la mirada de los sabios, separó al hombre del centro del universo y destruyó para siempre el mito de que los cuerpos del firmamento son entes perfectos.
Todos podían comprobar con sus propios ojos las irregularidades geográficas del satélite terrestre, aunque aún se confundían con mares, océanos y volcanes. La Luna resultó no ser muy distinta a nuestro planeta, así que los imperios y naciones que luchaban por ampliar sus dominios en la Tierra encontraron un nuevo lugar en el firmamento sobre el que poder extender su influencia. Aún no era posible llegar hasta allí y clavar una bandera en el suelo, pero existían otras formas más sutiles de conquista.
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http://www.elmundo.es/elmundo/2013/06/13/ciencia/1371119977.html
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