LAS PLÉYADES, MITOS Y MISTERIO (2ª parte)

[Adela Ferrer]

La etimología griega de la palabra "Pléyades" se presta a mucha discusión; si nos atenemos a la forma homérica peleiades, significa “palomas”; lo cual concuerda con el mito que dice que, perseguidas por Orión durante cinco años, fueron transformadas en palomas y conducidas al firmamento.

Puede que su nombre proceda de la palabra griega pleios, que quiere decir, "abundantes", "un montón" y lo cierto es que, aunque a ojo desnudo sólo podamos apreciar 6 o 7 estrellas, con un telescopio casero se pueden contar más de 300 y se sabe que su número casi alcanza el millar.

O quizá su nombre provenga del verbo plein, "navegar"; esta denominación se ajusta a la explicación de Plinio, según la cual, su aparición antes de amanecer, marcaba la temporada de iniciar la navegación en el Mediterráneo (esto sucede en mayo); mientras que su ocaso inmediatamente posterior a la puesta del sol, señalaba el momento de quedarse en tierra porque empezaban a soplar los vientos del norte (esto sucede en noviembre).

Para la mitología griega, estas siete hermanas eran hijas de Atlas -el gigante que sostenía el cielo-,

y de Pleione, una ninfa oceánica.

Las Pléyades eran tan bellas que fueron amadas por los mismos dioses.

Sus nombres son:

Maya, que significa “abuela”, de sus amores con Zeus nació Hermes, el Mercurio de los romanos; el Thot de los egipcios o el Enoc de los hebreos.

Este dios era patrón del comercio, de la comunicación, inventor del alfabeto, de la astrología, de la comunicación y de los sistemas de pesos y medidas. Maya fue también nodriza de los arcadios.

Celeno, “morena”, de sus amoríos con Poseidón concibió a Lico, el rey de la isla de los Bienaventurados. Ella fue también la madre de Deucalión, el Noé de la mitología griega, antepasado de todos los griegosy "repoblador" del género humano.

Los entomólogos bautizaron con el nombre de Celeno a una mariposa.

Alcione, “la que protege de las tormentas”, amante de Neptuno, de cuyo amor les nació Hirieo, fundador de Hiria en Beocia, padre de los tebanos.

El martín pescador lleva su nombre.

Electra, “de ámbar”, amada por Zeus y de quien parió a Dárdano, fundador de Troya.

Estérope, “rostro del Sol”, que sedujo al mismo Ares, dios de la guerra y les nació Enómao, rey de Pisa, antepasado de los habitantes del Peloponeso.

Taygeta, “largo tiempo contenido” quien también tuvo a Zeus como amante y con el que engendraron a Lacedemón, el fundador de la dinastía de los espartanos; gentes muy duras, cuya ley exigía arrojar desde la cima del monte Taigeto a las criaturas demasiado débiles o deformes.

Mérope, “la elocuente”, fue la única Pléyade que prefirió desposarse con un mortal, Sísifo, con el que instituyó la dinastía de Corinto.

Sísifo era un gran pillo e inventó un ardid para conseguir la inmortalidad: Convenció a Mérope para que cuando él muriese, ella no lo enterrase, de forma que, con la excusa de regresar a vengarse de ello y preparar sus propias exequias, consiguió que le dejaran salir del Tártaro. Pagó muy caro su atrevimiento, puesto que cuando al fin Hermes consiguió llevarlo al más allá, fue condenado a empujar una roca cuesta arriba por la ladera de una montaña y, al llegar arriba, la roca volvía a su lugar inicial y así, eternamente.

A causa de ello, Mérope, avergonzada, abandonó a sus hermanas y desapareció.

Otros dicen que no fue Mérope la que abandonó el grupo, sino que fue Electra, quien, tras la caída y saqueo de Troya, trastornada por el dolor, se soltó los cabellos y corrió por el firmamento gritando, convertida en cometa.

Este detalle mítico de la desaparición de una de ellas ha llevado a deducir que, como se trata de un grupo de estrellas jóvenes, algunas de sus componentes han pasado por periodos de variaciones de luminosidad.

Los astrónomos creen que pudo ser Pleyone la que dejó de brillar, pues se ha demostrado que su variabilidad lumínica puede llegar a la mitad de su magnitud.

Sólo se veían seis estrellas.