La relación entre las matemáticas y la naturaleza ha sido, desde épocas remotas, una especulación que se ha formulado como la posible existencia de un lenguaje compartido que, en cierto sentido, da orden al universo entero, un código que siquiera parcialmente también es accesible a la mente humana.
Y si bien hay varios ejemplos en los cuales la correspondencia entre matemáticas y patrones naturales parece condensarse, quizá ninguno como la secuencia de Fibonacci y su presencia en manifestaciones tan diversas como flores, conchas de moluscos e incluso galaxias.
Recientemente, como parte de un homenaje al matemático inglés Alan Turing, pionero de la inteligencia artificial, el Museo de Ciencia e Industria de Manchester, junto con la universidad de esta ciudad inglesa, organizó una siembra multitudinaria de girasoles, en la cual participaron personas de siete países distintos.
Los voluntarios del proyecto “Girasoles de Turing” llevaron un videodiario del crecimiento de las flores, 557 en total, información que después fue analizada por personal académico de las instituciones participantes.
De acuerdo con estos datos, se confirmó que 8 de cada 10 flores (82%) se conforman en complejas estructuras, entre estas una que puede identificarse con la secuencia de Fibonacci, cuyos primeros dos términos son 0 y 1 y el siguiente resulta de la suma de los dos anteriores: 0, 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13…, y que también se encuentra en la llamada proporción áurea:
Así, en el centésimo aniversario del nacimiento de Turing, se buscó demostrar la hipótesis (que el sometimiento del matemático a un tratamiento de hormonas a causa de su homosexualidad, en 1952, dejó sin comprobar): de que la secuencia antes mencionada se expresaba en patrones geométricos naturales, específicamente en el girasol, en sus pétalos y la densa población de futuras semillas en su cabeza.
Turing descubrió esta relación mientras miraba girasoles en su propio jardín, en Wilmslow, al oeste de Inglaterra, pero una observación similar fue realizada también por Leonardo da Vinci en el siglo XV. Turing conocía el trabajo de Leonardo al respecto, así como un estudio realizado por el científico holandés J. C. Schoute antes de la Segunda Guerra Mundial sobre 319 cabezas de girasol.
Por el momento la investigación realizada ha recabado una amplia base de datos que servirá tanto a biólogos como matemáticos para entender mejor cómo es que los girasoles y otras especies naturales se expresan geométricamente según una secuencia que, -y aquí viene lo más interesante y el por qué he elegido este artículo-: "se creería, salió de la mente humana".
Es decir: mostrar, demostrar, comprobar, como nuestros pensamientos, no sólo se "materializan", si no que además, siguen un "patrón" de creación.
En el sitio Faena Sphere: Secuencia de Fibonacci y patrones florales.
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