Existe una correspondencia que relaciona el cuerpo del hombre con el planeta Tierra y su satélite la Luna. De acuerdo a esta ley el centro de la tierra se corresponde con el corazón del hombre, mientras que la Luna se corresponde con el cerebro humano.

Cerebro y corazón tienen polaridades opuestas al igual que la luna y el sol que anima el centro de nuestro mundo.  Uno domina en la superficie, en la corteza, mira hacia adentro. El otro nace en el centro y mira hacia afuera.

La luna al igual que la mente, es receptiva, racional, discriminativa, separa, clasifica, protege, defiende, contiene, nutre, se ubica en la periferia, en la corteza, tiende a contraer, a cristalizar, es buena nodriza protectora, procrea vida, procrea y genera mundos indicando sus límites y sus reglas (todos los estados emocionales y sus mundos). Relacionada con el creador del universo. Emite pensamiento. Es la madre que protege.

El sol al igual que el corazón, es expresivo, emisor, irracional, unificador, abierto, luminoso, se ubica en el centro y tiende hacia afuera,  anima los mundos, anima la creación, expresa sentimientos. Está relacionado con el espíritu del universo. Expresa vida. Es el niño que nace libre de todo límite mental.

Cuando el niño se acerca a la madre y la madre al niño, estas dos energías  conjugan una identidad.  

A escala humana este sagrado equilibrio puede darse resumidamente en la frase “pensar con el corazón y sentir con la mente”.

A escala universal, la gran madre y su hijo, representan la totalidad de la vida Una.

Entre el pequeño equilibrio humano y el gran equilibrio Universal se encuentra la humanidad actual con un diagnóstico, a priori, algo desequilibrado.

Probablemente la causa sea que hemos gestado un mundo aplicando un sistema excesivamente mental en donde el niño se encuentra atrapado y confundido.

Las mega Ciudades modernas son el mejor ejemplo de este desequilibrio. Sin embargo está llegando el tiempo en que el niño, cansado ya de su encierro rompa la cáscara y comience a irradiar la palabra mágica.  “Amor Fraternal.

El paso (pascua) del sol por el ecuador celeste desde el hemisferio Sur al Hemisferio Norte es la representación astronómica que simboliza la pascua Judeo-Cristiana.

El hijo solar rompe la cáscara sublunar y se expresa venciendo a la muerte física.

G.G.

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