Toda ciencia es predictiva, la astrología tambien lo es
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Astrología culta y erudita
Este quinto trabajo simboliza el control del Ego (…) El león representa al ego inferior, corriendo por la “comarca” –el yo consciente-, y haciendo estragos devastadores: Hércules debe eliminar a este agente que ha sido hasta el momento el protagonista del Mito. El egoísmo debe dejar lugar a la abnegación: EL EGO DEBE SUBORDINARSE AL ALMA (…) Sólo en Leo, en la quinta prueba, el Hombre se convierte en La Estrella de Cinco Puntas: se reconoce como Alma”
“Además, la cueva corresponde a la glándula pituitaria –Centro Ajna-, con sus dos lóbulos, que simbolizan a la cueva con sus dos aberturas, una de las cuales hay que cerrar… antes de poder controlar al ego desde el Alma”
“A partir de este momento evolutivo, Hércules hablará en primera persona: “Yo Soy Ese, Ese Yo Soy” Eva Monferrer
12 pruebas, 12 enseñanzas atemporales y universales relacionadas con 12 energías astrológicas. Los 12 trabajos de Hércules, que analizamos en esta serie, se dividen en tres etapas. En la primera el guerrero se prepara a enfrentar su propia oscuridad, en la segunda aprende a vivir con éxito las Crisis de Consciencia y en la tercera se expresa como Alma y manifiesta su realización.
Pues con la quinta prueba, y tras las yeguas devoradoras, el toro de Creta, las manzanas de oro y la captura de la cierva, Hércules finaliza la primera etapa y consigue un uso correcto de su mente, controlar sus deseos incontrolados, familiarizarse con la verdadera intuición, distinguir entre conocimiento y sabiduría y subordinar los vehículos del ego a algo superior, su Alma.
Y esto es todo lo que podemos encontrar tras el león de Nemea…
1. EL MITO
Y dijo entonces el Maestro: “El tiempo para un terrible trabajo se acerca ahora. Este hombre, que es un hijo del hombre, y, no obstante, un Hijo de Dios, debe ser preparado. Que mire bien las armas que posee, y que pula brillante su Escudo, y que sumerja sus Flechas en una mezcla letal, pues horrible y espantoso es el Trabajo que tiene delante. Que se prepare”.
Pero Hércules, descansando de sus Trabajos, no tenia noticia de la prueba que estaba por delante. Él sentía fuerte su coraje. Descansaba de sus Trabajos, y una y otra vez, más allá del Cuarto Portal, él perseguía a la Cierva Sagrada hasta el Templo del Señor. Llegó el tiempo en que la tímida Cierva conocía bien al cazador que la perseguía, y, gentilmente, acudió a una orden suya. Así, una y otra vez, Hércules colocaba a la Cierva sobre su corazón y buscaba el Templo del Señor. Así descansaba Él.
Delante del Quinto Portal se erguía Hércules, armado hasta los dientes, con todos los obsequios de guerra, y los vigilantes Dioses observaban su firme paso, su ojo ansioso, su mano pronta. Pero en el fondo de su corazón se preguntaba: “¿Qué hago yo aquí?, ¿Cuál es la prueba y por qué busco yo pasar por el Portal?” –y esperaba oír alguna voz-. ¡Qué hago yo aquí, oh Maestro de mi vida, armado, como Tú ves, con toda la panoplia de guerra! ¿Qué hago yo aquí?”.
“Una llamada ha sonado, Hércules, una llamada de profundo dolor. Tus oídos externos no han respondido a esa llamada, y, no obstante, el oído interior conoce bien la necesidad, pues él ha oído una voz, si, muchas voces, diciéndote la necesidad, el apremio de que tú te arriesgues. La gente de Nemea busca tu ayuda. Ellos están en profunda angustia. La noticia de tus proezas se ha hecho pública. Ellos piden que tú mates al León que devasta su región, tomando sus víctimas entre los hombres”.
“¿Es ese el salvaje ruido que oigo?” –preguntó Hércules-. ¿Es el rugido de un León lo que oigo, en el aire vespertino?”. El Maestro dijo: “Ve, busca al León que asola la región situada en la parte más distante del Quinto Portal. La gente de esa asolada comarca vive silenciosamente, detrás de sus puertas, con cerrojo. No se aventuran a ir afuera para realizar sus tareas, ni cultivan su tierra, ni siembran. De norte a sur, de este a oeste, el León merodea, y, acechando, captura a todo aquél que cruza su camino. Su espantoso rugido se oye a lo largo de la noche, y todos están temblando detrás de sus puertas trancadas. ¿Qué harás, oh Hércules? ¿Qué harás?
Y Hércules, prestando oídos, respondió a la necesidad. En el lado más cercano del gran Portal que custodia firme la región de Nemea, él dejó caer las armas de guerra, reteniendo para su uso el garrote, cortado por sus manos de un árbol joven y primaveral.
“¿Qué haces ahora, oh hijo del hombre que eres asimismo un Hijo de Dios? ¿Dónde están tus armas y dónde tu fuerte protección?” “Este admirable conjunto de armas sólo me oprime, demora mi velocidad y obstruye mi marcha en el camino. No necesitaré nada, sino mi fornida maza, y con ella y mi intrépido corazón, yo iré por mi camino a buscar al León. Envía a decir a la gente de Nemea que yo voy por el camino, y diles que echen fuera su temor”.
De un lugar a otro pasó Hércules buscando al León. Encontró a las gentes de Nemea, escondidas detrás de sus puertas con cerrojo, excepto unos pocos fuera que se aventuraron a causa de la necesidad o la desesperación. Ellos andaban por el camino a la luz del día, aunque llenos de temor.
Dieron la bienvenida a Hércules con alegría al principio, después con preguntas, cuando vieron su manera de viajar: sin armas, con escasos conocimientos de las costumbres del León, y nada excepto un quebradizo garrote de madera.
“¿Dónde están tus armas, oh Hércules? ¿No tienes miedo? ¿Por qué buscas al León sin protección? Ve a buscar tus armas y tu escudo. El León es feroz y fuerte, y a una gran multitud ha devorado. ¿Por qué corres este riesgo? Ve a buscar tus armas y panoplia de poder”. Pero silenciosamente, sin responder, el hijo del hombre, que era un Hijo de Dios, siguió por el camino, buscando las huellas del León y siguiendo su voz.
“¿Dónde está el León?” –preguntaba Hércules-. “El León está aquí” –llegaba la respuesta-. “No, allí” se imponía una voz de miedo. “No es verdad” –replicaba una tercera voz-, “Yo escuché su rugido cerca de la desierta montaña esta semana”, “Y yo también, cerca de este valle donde estamos”. Y todavía otra voz decía: “Yo vi sus huellas sobre el sendero que caminé, de modo que, ¡Hércules! Escucha mi voz y síguele la pista hasta su guarida”.
Así prosiguió Hércules su camino, temeroso pero sin miedo. Estaba solo, y, no obstante, acompañado, pues en las huellas que él seguía, era seguido. Durante días y noches él exploró el camino y prestó oídos al rugido mientras la gente de Nemea se agazapaba tras las puertas cerradas.
De repente vió al León. Estaba parado en la orilla de un espeso matorral de arbustos. Viendo a un enemigo que se acercaba y que parecía totalmente sin temor, el León rugió, y con su rugido los arbustos se sacudieron. Las gentes de Nemea huyeron, y Hércules permaneció inmóvil.
Empuñó su arco y su estuche de flechas y con mano segura y ojo experto, apuntó una flecha sobre el lomo del León. La flecha se dirigió directa al blanco, pero cayó a tierra y falló, no atravesó el lomo del León. Varias veces él disparó sus flechas sobre el lomo del León, hasta que no quedó ni una sola flecha en la caja. Entonces, el León se dirigió hacia él ileso y enfurecido de rabia, sin ningún temor.
Arrojando su arco al suelo, el hijo del hombre, que es un Hijo de Dios, se abalanzó con un alarido salvaje hacia el León, que estaba en el camino, cortando así su paso. Estaba asombrado de la proeza, con la que hasta entonces no se había encontrado.
Hércules avanzaba. Repentinamente, el León se dio la vuelta y se posicionó delante de Hércules, dentro de un matorral, en las laderas rocosas del camino de la abrupta montaña.
Y así continuaron los dos. Repentinamente, el León desapareció y no se le vió ni oyó más. Hércules se detuvo, y permaneció silencioso. Le buscaba por todas partes, empuñando su firme garrote.
De repente, se acercó a una cueva, y desde la cueva llegó un fuerte rugido, una voz salvaje, sorda y retumbante, que parecía decirle que se detuviera si no quería perder la vida. Hércules permaneció quieto, gritando a las gentes de la región: “¡El León está aquí. Esperen la hazaña que haré!”. Y Hércules, que es un hijo del hombre, y, no obstante, es un Hijo de Dios, entró en la cueva y atravesó toda su extensión oscura hacia la luz del día y no encontró al León, sólo halló otra abertura, al fondo de la cueva, que conducía a la luz del día. Y mientras estaba allí, extrañado, ¡oyó al León detrás suyo, no delante!
“¿Qué haré?” –se dijo Hércules-, “esta cueva tiene dos aberturas, y mientras yo entro por una, el León sale por la otra, y si entro por la otra, entonces saldrá por ésta. ¿Qué haré? Las armas no me sirven. ¿Cómo mataré a este León y salvaré a las gentes de sus dientes? ¿Qué haré?
Y mientras buscaba el medio de hacer algo, y escuchaba el rugido del León, vió unos montones de leña y palos tirados por el suelo en gran profusión al alcance de su mano. Tirándo de ellos hacia sí, agarrándolos con todas sus fuerzas, colocó el montón de palos y ramas dentro de la abertura que estaba cerca, y las amontonó allí, bloqueando el camino a la luz del día, para entrar y salir, y encerrándose él y el feroz León dentro de la cueva. Entonces, se dio la vuelta y enfrentó al León.
Con sus manos apresó al León, estrechándolo apretadamente y ahogándolo. Cerca de su rostro tenía el resoplido y el resuellos del León, pero sin embargo, él sostuvo se garganta y lo estranguló. Más y más débiles se volvían los rugidos de odio y temor; más y más débil se volvía el enemigo del hombre; cada vez más bajo se abatía el León, pero Hércules lo sostenía. Y así, él mató al León con sus dos manos, sin sus armas, y con su propia y admirable fuerza.
Mató al León y lo despojó de su piel, mostrándola a las gentes que no podían entrar en la cueva. “¡El León está muerto!” –gritaban-, “¡El León está muerto! Ahora podremos vivir y sembrar nuestras tierras. El León está muerto y grande es nuestro liberador, que es un hijo del hombre, y, sin embargo, es un Hijo de Dios, llamado Hércules”.
Así, Hércules retornó triunfante a Aquél que lo envió para probar su fuerza y para servir a aquellos que se encontraban en horrible angustia. Colocó la piel del León a los pies del Maestro de su vida, y obtuvo permiso para usar la piel para sí mismo.
“La hazaña está hecha. La gente ahora es libre. No hay temor. El León está muerto. Con mis propias manos yo lo estrangulé y lo maté”.
“De nuevo, ¡oh Hércules! mataste un León. Otra vez lo estrangulaste. El León y las Serpientes deben ser matados repetidas veces. Bien hecho, hijo mío, ve y descansa en paz con aquellos que has liberado del temor. Voy a comunicarlo al Concilio. Y de la Cámara del Gran Concilio salió la Voz: “YO SOY”.
El Tibetano
2. SIMBOLISMO DEL QUINTO TRABAJO
El león representa al ego inferior, corriendo por la “comarca” –el yo consciente-, y haciendo estragos devastadores: Hércules debe eliminar a este agente que ha sido hasta el momento el protagonista del Mito.
El egoísmo debe dejar lugar a la abnegación: el ego debe subordinarse al Alma.
¿Y cómo lo hace? La cueva tiene 2 aberturas Hay que obstruir una abertura y entrar por la otra El León es matado en la oscuridad de la cueva El León es matado con las manos desnudas El León es matado en soledad
Primero, ¿por qué una cueva?: Los más grandes acontecimientos simbólicos tienen lugar sea en una “cueva”, sea en una “montaña”: Cristo nace en una cueva; el ego es vencido en una cueva; la Voz del Señor se oye en la cueva; la sabiduría de Cristo se almacena en La Gruta del Corazón…
Pero después de estas experiencias, se escalan “montañas”… la de la Transfiguración de Moisés o de Jesús; el Gólgota para la Crucifixión; y finalmente, el monte de la Ascensión.
En el caso del Quinto Trabajo, la cueva corresponde a la glándula pituitaria –Centro Ajna-, con sus dos lóbulos, que simbolizan a la cueva con sus dos aberturas, una de las cuales hay que cerrar… antes de poder controlar al ego desde el Alma.
Hércules bloquea el lóbulo posterior de la glándula (lóbulo post-pituitario) –la abertura del fondo de la cueva-, el cual trata de las emociones fuertes, inmaduras, demasiado personales. Se trata de terminar con el desgaste emocional excesivo, ya que los sentimientos demasiado personales distorsionan el proceso de pensar, al igual que la niebla distorsiona el proceso de mirar.
Se conoce a este punto de la Evolución Humana, antes de saber cuál de las dos entradas de la cueva hay que cerrar, “El Sendero del Humo”, porque cuando hay demasiado humo, acaba por apagarse el fuego.
La entrada frontal de la cueva (lóbulo ante-pituitario), se asienta la mente superior. La experiencia de dar muerte al León sucede dentro de la cueva, es decir, que nadie ve, es decir, que se trata de una experiencia personal, intransferible.
Vemos aquí también la “creatividad” del Signo de Leo: ¡¡cada cual matará al León de la personalidad como sea!!
LA PIEL DEL LEÓN
Hércules está siendo observado por la Jerarquía Planetaria, debido al Nivel de Evolución de este Discípulo. Además, él es consciente de su existencia.
Por esto rinde a los Pies del Maestro la piel del León.
Sabe que sin una transformación radical, el Servicio al Plan de la Jerarquía no puede ser practicado íntegramente.
3. SIGNIFICADO DEL MITO
Este quinto trabajo simboliza el control del Ego.
El Discípulo comienza a realizarlo desde el momento en que ya no tiene más sed de experiencias en el mundo, y, teniendo que permanecer en él, se inicia el tiempo de los grandes conflictos.
La muerte del yo-inferior –hijo del hombre-, y el triunfo del Alma –Hijo de Dios-, sucede porque se vive y se constata la “presencia de Dios en el interior”, y esta es la “fuerza de Hércules” con la que puede vencer al León.
A partir de este momento evolutivo, Hércules hablará en primera persona: “Yo Soy Ese, Ese Yo Soy”.
ELEMENTOS ASTROLÓGICOS
Este quinto trabajo corresponde a la energía del quinto signo zodiacal: Leo. Por ello Hércules debe luchar con un León, igual que en Segundo Trabajo “El Toro de Creta”, tenía que vérselas con un Toro, y, el Segundo Signo del Zodiaco es Tauro, el Toro.
ACERCA del NÚMERO CINCO
El Número Cinco representa al “Número del Hombre” que es “un Hijo de Dios”. El Cuaternario: Cuerpo Físico, Cuerpo Etérico, Cuerpo Emocional y Cuerpo Mental, tiene ahora un quinto elemento añadido: El Alma.
En ARIES, Hércules logra ser Un Alma “pensante” (Mercurio) -consigue control de pensamiento-
En TAURO, Hércules logra ser Un Alma “sintiente/sensible” (Vulcano) -consigue trasmutar el deseo-
En GEMINIS, Hércules logra ser Un Alma “viviente” –energía física renovada- (Venus) -consigue distinguir entre “conocimientos” y “sabiduría”-
En CANCER, Hércules logra ser Un Alma “encarnada” (Neptuno) -consigue que Instinto e Intelecto den cabida a la Intuición, y se les lleva al Templo del Señor-
Pero sólo en Leo el Hombre se convierte en La Estrella de Cinco Puntas: se reconoce como Alma.
Jung llamó a esto la “Individualización”: … y el Alma dice: “Yo Soy Eso, Eso Soy Yo”
El Quinto Mandamiento: “Honrarás a tu Padre y a tu Madre, que tus dias puedan ser largos, en la tierra que el Señor te ha dado”, corresponde a esto mismo: El Padre es la Mónada o Espíritu, la Madre es la Materia, y, en su unión, producen la Consciencia, que es el Alma. Por eso Leo dice: “Yo Soy”.
La CRUZ FIJA en los CIELOS, La CRUZ del DISCIPULADO
Se trata de la Cruz del “Sacrificio”, ya que se trata del Sendero de Evolución de la Consciencia de Cristo en la Forma. Para este desarrollo es menester que varios aspectos de nuestra naturaleza Divina se “sacrifiquen”.
En TAURO –primer brazo de la Cruz-, se “sacrifica” el deseo hacia lo inferior a favor de su aspiración a lo superior.
En LEO –segundo brazo de la Cruz-, se “sacrifica” la mente inferior a favor de la superior ( de las 2 entradas de la cueva del León, Hércules sacrifica una …).
En ESCÓRPIO –tercer brazo de la Cruz-, se “sacrifica” la atracción humana, y se sustituye por la Atracción Cósmica o Amor Universal: Hércules sacrifica “La Ilusión” a “La Realidad”.
En ACUARIO –cuarto brazo de la Cruz-, se sacrifica la vida individual y se funde en el Todo Universal.
En estas Cuatro bases se explica la esencia de la “Crucifixión” o Cuarta Iniciación: el “sacrificio” del reflejo de la Realidad –en Escorpio-, y el “sacrificio” de la unidad individual a favor de la Totalidad –en Acuario-.
ESTRELLAS FIJAS
En la Constelación de Leo, se encuentra una Gran Estrella, considerada desde la antigüedad como una de las cuatro Estrellas Reales de los Cielos. Se llama Régulus, y significa “gobernante”, “legislador”. Por ello en Leo, el Discípulo se erige como “su propia Ley”…
1. “Soy un Hijo de Dios”; 2. “Somos gobernados por la Ley del Cielo, la ética, y a ella debemos subordinarnos”; 3. “El trabajo de Servicio en la tierra está en suprimir aquello que obstaculiza la aplicación de la Ley, y, por tanto, obstruye la Evolución de la Consciencia, del Alma.
La Constelación de Leo tiene 95 estrellas, y, numerológicamente:
9×10 +5
9 es el número de la Iniciación 10 es el número de la perfección, y 5 es el número del Hombre.
Así que en esta constelación tenemos la Historia del Ser Humano, su Proceso Evolutivo. Por ello, “El Sol” rige en Leo incluso a nivel externo, y “Neptuno velando al Sol” rige a nivel interno.
Leo siempre se sabe controlar, aunque se exprese sólo como ego inferior.
La Quinta Casa Astrológica es la Casa de Los Hijos: En este Trabajo, Hércules, el hijo del Hombre, se convierte, por fin… ¡¡en Hijo de Dios!! Leo rige la Primera Iniciación…
Si le preguntamos a Hércules: ¿Por qué sirves? Él dirá que no tiene una razón. Al igual que si le preguntamos a un niño: ¿Por qué juegas? …
La acción por la acción –Leo es un Signo de Fuego=Acción-, es lo propio de los Iniciados.
REFERENCIAS BIBLICAS
Apocalipsis, 5:5 -¡¡dos cincos!!: “He aquí, el León de la Tribu de Judá, la raíz de David, ha prevalecido para abrir el Libro, y para desatar los Siete Sellos de Éste”.
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¡Que bueno Luis! ¡¡Que bien elegido!! Aquí hay, por lo menos, para una semana de meditación y otra de reflexión -pura y dura-, además del indagarse, autoescrutarse y ...
Este párrafo: ... "Se trata de terminar con el desgaste emocional excesivo, ya que los sentimientos demasiado personales, distorsionan el proceso de pensar, al igual que la niebla distorsiona el proceso de mirar."
Es muy difícilmente entendible ahora, ... que la "egótica" reina
Este otro es tremendo: "El Discípulo comienza a realizarlo desde el momento en que ya no tiene más sed de experiencias en el mundo, y, teniendo que permanecer en él, se inicia el tiempo de los grandes conflictos."
Es "la rendición" total, la aceptación total... sin deseo, sin anhelo, ... ¡¡qué experiencia!! ...en este "trozo" es
cuando se consigue ser "neutral", haces lo que tienes que hacer y miras todo con una lejanía emocional dificilmente alcanzable con otro tipo de experiencias...y sobre todo con una calma y una serenidad,... alimento puro para el alma. Desapego de sí mism@.
De ahí sale el "buen juicio" y "la visión" y, una vez que "llegas", .. ya nadie te puede engañar.
Eterno presente. Un abrazo entrañable amigo.