Contra el astrologismo neo-liberal por Jorge Bosia

 
Por Jorge Bosia, mientras el Sol recorre Géminis en  2016 
Presentación
El propósito de este artículo es someter a crítica ciertas concepciones teóricas acerca del zodíaco y de la astrología. Una de las cuestiones que nos motivan es si hay una conexión entre esos modos de concebir la astrología y las posturas políticas que, por más que lo disfracen, defienden aquellos que las sostienen [1].
Y, en su caso, cuál sería esa conexión.
Y en relación con esta pregunta, una segunda: ¿hasta qué punto, pese a las elecciones políticas que declaramos de buena fe, nuestra ontología subyacente no termina abonando, sin que nos percatemos, las posiciones de nuestros adversarios o, al menos, posiciones que no queremos avalar?
Vamos  a tomar como ejemplo de estos planteos teóricos y sus consecuencias políticas, algunos textos de astrólogos argentinos de los últimos años publicados en sitios web, blogs, libros, diálogos en vivo, etc., en lo que constituye una de las posiciones típicas del “clima” de época de los primeros lustros del Siglo XXI, y que genera una discusión que aflora no sólo en el campo astrológico, sino en todos los ámbitos de la cultura.
Qué tesis vamos a poner en tela de juicio
El tipo de desarrollo teórico que queremos someter a crítica suele seguir los siguientes pasos, que son un resumen de múltiples testimonios de estos neo-astrólogos:
1.     La nación, el clan, la familia, son creaciones humanas que corresponden a la fase de Cáncer.
2.     La nación es algo necesario y su virtud consiste en aglutinar a la comunidad con fines protectores y nutrientes.
3.     Pero la nación “acaba por convertirse en un obstáculo para afrontar el desafío del reconocimiento de una coherencia y unidad mayor: la pertenencia a la humanidad antes que a un clan humano particular”.
4.     Ya ha llegado el tiempo de desprenderse de este obstáculo. ¡Es un momento clave en la historia de la humanidad!
5.     Los astrólogos gracias a nuestro conocimiento, nos damos cuenta de la obsolescencia de la nación –el “clan humano particular”-, así que tenemos que llevar la buena nueva a aquellos que están atrapados en polarizaciones sentimentales que los inclinan a identificarse con esta “creación de la conciencia humana”.
6.     Estas identificaciones que producen polarizaciones, son “distorsiones” originadas en “los niveles más regresivos del alma humana condicionada por el miedo”, y provocadas por el “hechizo arquetípico del patrón del enemigo” o por otros “arquetipos lunares”.
7.     La astrología indica que la fase canceriana es sólo un momento del proceso de la comunidad humana, pero no su “culminación”.
8.     La culminación es la “comunidad universal”, la “unidad del género humano”, a la que debemos llegar superando límites y fronteras excluyentes de todo tipo. Nosotros los astrólogos sabemos que esa culminación corresponde a Piscis (o Neptuno).
9.     ¿Qué esperamos entonces para elevar nuestras consciencias hasta Piscis? Uno de los frentes en que podemos trabajar es el político. Hay que oponerse a todas las medidas políticas de “corte canceriano” y todas las “ideologías cerradas” que sean un obstáculo para llegar a la unidad humana.
10.  Por tanto, es necesario oponerse a decisiones políticas que van en dirección a la reivindicación de los derechos soberanos sobre las islas Malvinas o a la apropiación de los recursos naturales como el petróleo, y toda otra que medida que defienda o promueva reivindicaciones de ese tenor, típicamente cancerianas y determinadas por el arquetipo del enemigo y otros de naturaleza lunar[2].
 
El tren bala zodiacal
Lo expuesto tiene claros contenidos ideológicos, pero se basa en cierta interpretación del zodíaco que circula frecuentemente. Según ésta, pareciera que se puede saltar de Cáncer a Piscis haciendo apenas una escala técnica en Escorpio… ¡una suerte de tren bala zodiacal!  
¿Para qué se llega a proponer esta suerte de salto mortal? Para introducir, encubierto bajo argumentos aparentemente astrológicos, un planteo político. Se afirma que la nación es una “construcción colectiva del ego”, producto de la "mente separativa" fruto de "traumas sufridos por el ego". De ese modo, se carga el concepto de nación con una connotación odiosa, atribuyéndole una forma supuestamente espuria del Signo de Cáncer, pues aunque generalmente queda un poco ambiguo el estatus ontológico de este ego, como se dice que la nación es una construcción a partir del miedo, de tipo defensivo, y se la asimila a “otros grupos clánicos de corte inevitablemente excluyente” cuyo sentido “es el control”, la nación, en definitiva, queda reducida a un “ingenio de la mente técnica” para intentar mantener todo bajo control.
Y dados esos rasgos supuestamente regresivos, excluyentes, controladores, de la nación, se propone dejarla atrás a fin de alcanzar un modo “más unificado de existencia”, que no sería otra cosa que la “unidad del género humano”, expresión que se asocia con el Signo de Piscis.
De modo que, como adelantamos, desde la perspectiva astrológica, lo que se propone es pasar de un tirón, de Cáncer a Piscis.
La maniobra consiste en contrabandear la idea de que la nación es una entidad típicamente clánica, producto de una "mente separativa" y, por consiguiente, una forma regresiva de Cáncer.
Afirmamos que ese modo de considerar a la nación es equivocado. Y que proponer el tren bala zodiacal, el "rápido" a Piscis, es un grueso error teórico.
Nosotros decimos en cambio, que el ego, estructura que sí podemos adscribir a Cáncer, es una construcción de la memoria de la especie, el resultado de la base mamífera que nos constituye. Y reservamos el término ‘humano’ para ese estado que se da si superamos los condicionamientos de esa base mamífera. También afirmamos que siendo el humano una superación del ego canceriano, estructura isomorfa con la familia o clan, tal superación es algo deseable.
Agregamos que la nación, a la que nosotros llamamos más bien “Comunidad organizada”, es una entidad que supone el despliegue del humano, y no es correlativa del ego. La nación no corresponde al universo de sentidos de Cáncer, sino al de Capricornio; ergo no se la puede poner en la misma categoría que a la familia o al clan.
También afirmamos que el ego y la familia no son estructuras desechables sin más, ya que en algún pliegue de estas estructuras tiene que estar el núcleo capaz de superarlas. Es en el ego y en el clan que encontramos la semilla que libera, a su tiempo, las posibilidades humanas propiamente dichas. En términos astrológicos, sólo estamos diciendo que Leo surge de Cáncer, que es una producción auto-superadora de las estructuras propias de Cáncer.  
Es cierto que puede llegar un punto en que la familia y el ego pasan a ser un obstáculo para la evolución, ése es el momento en que está maduro el paso a Leo y Virgo. También puede ser defendible que a partir de tal momento esas estructuras se alimentan de “hechizos” que erige y moviliza el miedo, polarizándonos. El problema es que este obstáculo no se resuelve por simple negación abstracta de tales polarizaciones y “hechizos” cancerianos. Con llamamientos "inteligentes" a abandonar el ego, exhortaciones sensibles a dejar atrás las identificaciones clánicas, arengas sofisticadas dirigidas a abandonar las exclusiones que practica nuestra “vieja conciencia” canceriana, no puede conseguirse nada. Es imprescindible tener una adecuada comprensión del fenómeno, para poderlo superar. En estos autores suele haber, más bien, una mirada simplista, aplanada y abigarradamente ideológica, disfrazada de espiritualidad astrologizante, como veremos.
Y como no es posible pasar de Cáncer –la supuesta identificación con la nación, por ejemplo- a Piscis –la supuesta unidad del género humano- de un salto, como sugieren estos astrólogos, su planteo voluntarista y abstracto sólo termina por crear una división entre elegidos y réprobos; un tipo de construcción de las que la historia occidental ofrece un catálogo elocuente durante toda la ya fenecida Era de Piscis.
Citemos como prueba de lo que decimos la siguiente declaración de un astrólogo en una conferencia:
“desde el paradigma mandálico de la astrología, la sensibilidad humana experimenta el salto cualitativo de lo clánico a lo universal”.
¡Vaya salto! Este astrólogo pasa por alto la mismísima estructura espiralada y escalonada del Zodíaco. A esto llamo yo un “salto” abstracto.
Las polarizaciones, fenómenos inevitables del psiquismo singular con los que debemos tratar de convivir del modo más consciente que podamos, se superan (aunque, por cierto, no se eliminan) por medio de decisiones y vínculos reales en los que ponemos en juego emociones, gestos, corporalidad, ideas, sentimientos y acciones con nuestros semejantes/diferentes, y ese trabajoso proceso se desarrolla a través de varias fases bien definidas, para las que el Zodíaco resulta, precisamente, una guía insustituible.
 
La confusión entre culminación y final
En otros términos, no es posible llegar a Piscis sin recorrer el Zodíaco paso a paso en una laboriosa travesía. La confusión que aqueja a estos astrólogos se transparenta, por ejemplo, en su empleo del término ‘culminación’ como referido a Piscis. Este empleo indica que confunden culminación –algo propio de Capricornio- con final –que es un concepto que sí corresponde a Piscis-.
El Zodíaco culmina en Capricornio, pero este Signo no simboliza “la unidad del género humano”, sino la constitución y funcionamiento de la Comunidad organizada en la que se habita; en cambio, finaliza en Piscis, y allí quizá podamos pensar algo del tipo de la “unidad del género humano”.
Por supuesto, tampoco creemos que haya algún tipo de atajos para elegidos que lleven de Cáncer a Piscis (ni a ningún otro lado). Sencillamente no hay elegidos de ninguna clase. Ni lamas predestinados, ni niños “índigo”, ni ninguna de las otras categorías que periódicamente nos ofrece la tontería humana.  En lugar del tren bala tendremos todos –todos- que disfrutar del paisaje desde un tren de esos que marchan parando en todas. No es tan grave, cada estación es una aventura tragicómica, lenta, difícil y maravillosa. Y el camino no lo hace la consciencia solamente, se hace llevando el equipaje corporal-emocional, estación por estación.
La confusión entre clan, nación y comunidad organizada
Otro de los errores –¿intencionales?- que presentan estas teorizaciones es confundir clan, nación y comunidad organizada. Nos tememos que esta confusión persigue el objetivo de invisibilizar la verdadera naturaleza de la comunidad organizada, entidad también llamada Estado nacional y que corresponde a Capricornio, como ya adelantamos. Esa asimilación de entidades de diferente nivel se hace, intencionadamente o no, para desvalorizar al Estado.
¿Cuál es la operación que se intenta? Se ubica a la nación como una estructura  antigua, perimida, de Cáncer. Al hacer esto, se desvaloriza al Estado, ya que son casi la misma cosa. El objetivo es, pues, el mismo que plantean los teóricos del neo-liberalismo: reducir al mínimo al Estado nacional para dejar el campo libre a las corporaciones. El problema, aquí, es que se hace esto en nombre de una teorización astrológica. El metamensaje es: la astrología confirma la ideología neo-liberal.
Aceptamos que el ego, el clan y la familia corresponden a Cáncer, pero la comunidad organizada, el Estado nacional, y la nación o comunidad a secas, pertenecen a Capricornio. Y entre estos dos Signos hay nada menos que  ¡otros cinco! Es necesario atravesar en una experiencia concreta, todos y cada uno de ellos para ir de Cáncer a Capricornio. Es decir, salir del clan es sólo un primer paso para llegar a la comunidad organizada, se necesita transitar todos los otros pasos.
El camino zodiacal, además, es escalonado, se transita a través de niveles verticalmente dispuestos. El Zodíaco es como una escalera: necesitamos apoyar un pie en un escalón para poner el otro pie en el escalón superior.
Esta confusión y achatamiento, mediante los cuales se colocan estructuras que corresponden a niveles diferentes en la misma bolsa de gatos, invalida cualquier esfuerzo por comprender la experiencia humana. Es un error asentado en el facilismo, en una falta de discernimiento para distinguir los niveles de la existencia; pero además, es un facilismo que ¡apuntala una ideología política caracterizada por justificar la desigualdad!
En lo que sigue vamos a tratar de mostrar de modo sucinto el trayecto que se debe hacer por los escalones zodiacales, para que la idea de niveles de existencia no sea una simple declaración, sino una mostración precisa. 
Del ego al yo
El primer paso es comprender lo que significa pasar del ego al yo o superar el ego.
Entre los desaciertos de estas posiciones que sometemos a escrutinio se encuentra el de no distinguir con claridad el ego canceriano del yo leonino y, por tanto, desconocer las condiciones del paso de uno al otro. 
A veces, por cierto, estos astrólogos hablan de “proceso de individuación”; lo hacen por referencia a la psicología de Jung; pero no vemos una interpretación astrológica de este proceso que le haga justicia. Al final de este artículo ajustaremos cuentas respecto de estos desplazamientos de conceptos junguianos al terreno astrológico.
Lo que proponen estas miradas, como vimos, es una superación meramente abstracta del ego, enmarcada en la polarización “ego-humanidad”. Creen que tal superación del ego  ocurrirá por un llamamiento a dejar atrás –precisamente- ¡al ego! Eso se llama “petición de principio”: consiste en dar por supuesto justo aquello que se debería demostrar.
Estos astrólogos se ensañan con el ego canceriano y sus varias estructuras isomórficas: la madre, el clan, la familia, etc. Se indignan contra esas estructuras; pero no tienen claro, a nuestro juicio, el momento del yo leonino, que es su adecuada y no irritada superación. Ejecutan un salto mortal y ¡hop! aterrizan en Leo como por milagro. El paso queda oculto en la penumbra de las ambigüedades del lenguaje y en vagas transcripciones de conceptos jungianos.
Este ejercicio del arte del birlibirloque no debe sorprendernos, sin embargo, ya que en el tránsito del ego al yo sucede algo que pone en tela de juicio el planteo de la polarización abstracta Cáncer-Piscis o “ego-humanidad”. En efecto, la clave del paso del ego al yo es que éste sólo aparece una vez que interiorizamos la estructura canceriana. No se trata de negar las formas primarias de Cáncer, sino de superarlas, y para superarlas es preciso interiorizarlas.
¿En qué consiste esta interiorización? Veamos: lo que se interioriza es una cierta  mirada: la mirada que singulariza. Y ésa es la cualidad específica de la mirada materna. Para ser un yo singular, el hijo no repudia ni niega abstractamente a la madre, sino que se la come y la retiene viva, por decir así, en sí mismo. Lo hace asumiendo, interiorizando el ejercicio de su mirada.
El yo es, así, producido por el propio hijo con la madre, quien fagocita a la madre, -y también al clan, a la familia en su conjunto-, pariéndose a sí mismo. El ego alumbra al yo.
¿Y si nadie nunca mira singularizadoramente al hijo? Entonces no se constituye el yo, entonces sí el hijo queda fijado como ego, atrapado de por vida en su rol de hijo y en la búsqueda desesperada de alguna estructura canceriana envolvente en la que refugiarse. Y la hallará en cualquier grupo al que adoptará como madre o familia postiza, en las que buscará albergarse, cobijarse.
Estructura del yo
Pero ahora que lo vimos nacer surgiendo desde, y dejando atrás, el ego, examinemos cómo está conformado el yo.
Nueva confusión típica de estos astrólogos: como el yo nos singulariza, lo imaginan como algo unitario, indivisible, atómico. Sin embargo, el yo no es individual, no es atómico. Por el contrario, tiene momentos internos.  
El yo tiene una estructura fundamentalmente dual, diádica, una estructura de dos elementos que podemos caracterizar como el espectador y el actorel cuidador y el emisor, etc., y que podemos asociar a los míticos gemelos Ártemis y Apolo de los griegos o a tantos otros de los mitos de nuestra América. Asumir que el yo –es decir la manifestación esencial de Leo- tiene una estructura interna doble es algo decisivo.
Consideremos entonces los aspectos interiores y constitutivos del yo:
1.  Uno es el que llamamos observador –o espectador, o cuidador, o Ártemis-; cuando el agente se ubica en él, contiene y singulariza desde el interior de la consciencia al otro elemento interior de la misma;
2. Este otro componente es el que llamamos actor –o emisor, o Apolo-; cuando el agente se ubica en él, asume un rol expresivo, volcado hacia afuera desde de sí mismo.
    
Constituir esa estructura dual interior espectador-actor equivale a transformar el refugio exterior del ego en nuestra propia oquedad interna, o psique, o teatro el imaginar. Espectador y actor pasan a ser así dos lugares desde los cuales existir como singulares. La polaridad madre-hijo o clan-hijo deviene así agente singular autoconsciente, un ente capaz de oscilar entre los dos lados de su propia interioridad.
Así como en la dinámica canceriana para contener hay que separar, en la dinámica leonina para exteriorizar hay que interiorizar. Sólo es posible liberarse de la madre o el clan, llevándolos puestos.
Por tanto, el ego no se reconcilia de modo inmediato con la humanidad mediante un salto mágico y súbito, sino que –y sólo para empezar- tiene que volverse un agente singular, un yo, un autor de su propio libreto, un dueño de sí. No se puede salir al mundo extrafamiliar, extra-clánico, a la intemperie, sin llevarse calzada –como interioridad yoica- por un lado, las funciones de la familia, el clan, la madre y, por otro, las del hijo, unidas en el interior de la consciencia por el nexo de la mirada singularizadora.
Estos astrólogos apresurados y facilistas, en su urgencia política por negar todo lo canceriano, se quedan sin posibilidad de auto-consciencia. En lugar de comerse a la madre para que viva dentro de su psiquismo singular, la hacen desaparecer, la arrojan al basurero identificándola con la nación. Por eso tienden a pensar simplistamente en términos de una megapolarización “ego-humanidad”: ¡abandonemos el ego, la nación, el clan, y zambullámonos en la humanidad! Nos dicen… ¿ingenuamente?
Sólo si aprendemos a mirarnos como madre, familia o clan desde adentro, podremos ganar la confianza para expresarnos y florecer. Sólo cuando hay en nosotros un espectador y un actor, somos directores capaces de poner en escena el libreto de nuestra existencia.
Niveles de ser
Y aunque la conciencia clánica (ego) y la conciencia singular (yo) son apenas los dos primeros momentos de nuestra evolución, permiten ya entender que ésta es escalonada, que tiene niveles.
Las confusiones que hemos mencionado impiden comprender la estructura en niveles del zodíaco. Generalmente se los reduce a dos, como vimos arriba. Y ya sabemos que cuando hay sólo dos posibilidades, dos dimensiones, lo que tenemos es una que manda y otra que se somete, una que ejerce el poder y otra que lo sufre.
Pero el zodíaco no es una línea recta trazada en un plano (dos dimensiones); es una de las espiras de una línea espiral helicoidal. Como ejemplo para imaginar lo que es una línea espiral helicoidal podemos recurrir a la rosca de un tornillo. Es evidente que cada espira se dispone en un nivel diferente y que, además, dentro de cada espira ya hay niveles diferentes. Estos últimos son los que nos interesan ahora.
La espiral helicoidal no es una mera imagen ilustrativa, describe el movimiento real de la vida. Todo se mueve así. No sólo todo gira, sino que también todo sube girando, tal es el sentido más inmediato de lo que podemos llamar mirada espiri-tual. En lo que  atañe a nuestra especie, la evolución –el subir- requiere de nuestra decisión, no se realiza automáticamente. Pero eso sí, el movimiento es helicoide espiralado.
Se distinguen claramente en el zodíaco cinco niveles que son los escalones de esa espira que llamamos zodíaco:
Nivel de existencia
Signo
1
Pre-singular
Aries – Tauro – Géminis -Cáncer 
2
Singular
Leo – Virgo
3
Corporativo o asociativo
Libra – Escorpio
4
Público, comunitario o estatal
Sagitario - Capricornio
5
Inter-estatal o inter-comunitario
Acuario – Piscis
El discurso habitual de muchos astrólogos reduce los cinco niveles a dos; lo cual, en definitiva, significa que se propone la preeminencia de uno solo. Se toma en cuenta a los diversos Signos, por supuesto, pero la manera de entender esos Signos impide su verdadera comprensión como fases correspondientes a diferentes niveles, que es lo que son.
 
Internalización de la mirada paterna
Ya dijimos sucintamente cómo ocurre el primer paso –correspondiente a Leo- en el trayecto que va del nivel del ego pre-singular al yo singular. Sin embargo, para la constitución plena del yo singular es necesario considerar también lo que ocurre en la fase de Virgo, pues incorporar la mirada singularizadora no es suficiente, hay que hacer lo mismo con el tipo de mirada generalizadora propia de la función paterna, que traslada las reglas de la comunidad organizada al seno de la familia.
El paso del ego al yo leonino nos saca del encierro del clan y nos deja a la intemperie; pero la intemperie no es el desierto. En la intemperie  cada uno está frente a otros que han hecho lo mismo, la intemperie suele estar muy concurrida.
De modo que una vez constituida la estructura leonina interna espectador-actor, se va a plantear, en esta misma fase de Leo, una nueva: la polarización singular/plural. El problema será ¿cómo nos vamos relacionar, ahora que estamos fuera del clan, con esos otros yos singulares?
Aparece así la exigencia de recurrir a alguna clase de criterios ordenadores a fin de convivir a la intemperie con los otros yo. Y, por cierto, ya existen criterios que están vigentes. Pues la intemperie no es otra cosa que el espacio abierto de la comunidad organizada, estructura que precede a nuestra aparición como agentes singulares autoconscientes. Esta precedencia es obvia: Capricornio ya estaba allí cuando salimos de Cáncer ¿podría ser de otro modo?
A la intemperie, cada agente singular debe solucionar dos asuntos esenciales: su hambre y sus dolores, y los debe solucionar por sí mismo, porque ya no está dentro de una estructura nutriente y protectora, sino fuera. Y debe resolver estas dos cuestiones  asumiendo reglas preexistentes: las que rigen en la comunidad organizada, pues hay una pluralidad de yos en la misma situación y hay que convivir.
La dura constatación de la posibilidad del hambre y el dolor nos obliga entonces a asumir las generales de la ley, adecuándonos a los criterios del Otro (con mayúscula) colectivo y respondiendo a las demandas de los otros (con minúscula) participantes del contexto extra-familiar, pero intra-estatal, del que formamos parte.
La estructura polar observador-actor propia de Leo, se completa entonces con otra que podemos llamar servidor-demandante, productor-cliente o trabajador-patrón, propia de Virgo.
En este punto aparecen con dramatismo las consecuencias de asumir las tesis de estos astrólogos que estamos analizando, pues si invisibilizamos y menospreciamos al Estado, si lo transformamos en un enemigo del que hay que liberarse, si lo escondemos –por decir así- en las faldas de Cáncer, jamás podremos completar nuestra integración como yos singulares, jamás pasaremos la prueba de Virgo, quedaremos empantanados en esa fase zodiacal.
Es grave, porque para salir de las formas cancerianas, una vez que se vuelven un obstáculo, además de pasar por el momento de exaltación expresiva propio de Leo, es preciso asumir las leyes y reglas que organizan la comunidad e internalizarlas.
La efectiva resolución de la integración singular completa, permite a quienes la llevan a cabo comprender que forman parte –no ya que pertenecen, como en el nivel pre-singular- de un contexto que los engloba, de un todo relativo, como es la comunidad organizada, el Estado nacional.
De lo binario a lo trans-binario
En Virgo cada singular se relaciona con otros singulares a través de vínculos atravesados por la utilidad y reglados por el ethos (ley y costumbres) de la comunidad; pero al mismo tiempo todos los que forman parte de un contexto se relacionan también con ese contexto en el que están inscriptos y sin el cual sus intervenciones no tendrían sentido, y ellos mismos carecerían de posibilidades de sobrevivir. Cuando esa relación con el todo relativo se hace consciente en cada uno, la situación está madura para pasar al siguiente nivel. Pero ese contexto, ese todo relativo no está constituido únicamente por las asociaciones en que participan los agentes singulares, sino esencialmente por el Estado. Si escamoteamos el lugar del Estado, lo reducimos a un rol irrelevante o lo erigimos en enemigo, jamás lo lograremos.
El modo de organización que tienen la mayoría de las comunidades humanas actualmente, a comienzos de la Era de Acuario, es el denominado capitalismo de mercado o, como lo llama nuestra Presidenta: anarco-capitalismo. En tales contextos, acceder a un nivel de consciencia que haga justicia a las formas evolutivas de Virgo, es tarea ardua y difícil, ya que, precisamente, el neoliberalismo ningunea, sabotea, al Estado, lo reduce a un mínimo y lo degrada de todas las formas posibles. Su objetivo es que los yos singulares, nosotros, sintamos vergüenza de formar parte de la comunidad organizada.
Sin embargo, para evolucionar es decisivo desarrollar una lógica de tres posiciones: parte-todo-parte, que nos permita liberarnos del corset binario parte-parte a que trata de reducir la vida la ideología neo-liberal –y nuestros inefables astrólogos, según parece-. Tal lógica trans-binaria es una condición para pasar a Libra, sin ella quedamos estancados en un estado incompleto del yo singular, desintegrados, y no podemos pasar al nivel asociativo o inter-singular.
Estos astrólogos, deliberadamente o por falta de profundidad, contribuyen a mantenernos en esa lógica binaria, ayudan a invisibilizar el rol central del Estado en la constitución del yo singular, nos dejan en un lugar de indefensión en el que la única posibilidad es ser sometidos. El tercero que nos libera de la camisa de fuerza del modelo binario de ser y pensar es la comunidad organizada, no hay otro. Y lo hace en Virgo.
 
La estructura del nivel inter-singular, asociativo o corporativo
Si el yo logra integrarse en forma relativamente plena, pasamos a Libra y a un nuevo nivel de ser.
En Libra/Escorpio el yo íntegro se encuentra por primera vez nada menos que con otro yo íntegro, por eso hablamos de un semejante. Pero el otro, ése que tanto nos atrae, nos entusiasma, nos irrita, etc., resulta que es a la vez que semejante, distinto. Jamás veíamos algo así en los momentos anteriores.
Hasta Virgo las polarizaciones expresan la disgregación inicial del agente. Nacer en el seno de una familia supone la automática proyección de la mayoría de los aspectos propios sobre los miembros de la familia. Por eso, todo el proceso de constitución del yo singular consiste en que el hijo, poco a poco, recupera, reúne y reabsorbe sus fragmentos desparramados.
Pero en Libra comienza otro proceso, en buena medida inverso; resulta evidente que el movimiento del Zodíaco cambia allí de sentido: desde Aries nos alejábamos del punto de partida; pero a partir de Libra nos volvemos a acercar a aquél, si bien lo alcanzaremos en un nivel más alto. 
Entonces, desde Libra, no se trata de recuperar partes dispersas, pues eso ya se hizo. Se trata de una dinámica que podemos llamar de proyección creativa. El proceso deja de apuntar al pasado en pos de lo olvidado, para afirmarse en el yo y proyectar un futuro desconocido con los otros. Lo proyectado pasa a ser proyecto.
Cualquier cosa que llamemos polarización a partir de Libra, lo es de deseos empuñados por agentes singulares cuyo punto de síntesis no está en su propia historia, y ni siquiera en el presente, sino en algo que desean construir juntos en el futuro.
Cualquier polarización, desde Libra, es una danza, un proceso encarnado, corpóreo y conductual que involucra a dos o más agentes que toman decisiones y se conducen uno respecto del otro y del mundo a partir de sus deseos. Los polos son ahora agentes autoconscientes que, cuando se conectan descubren que son corazones. Un corazón es la expresión situada en una identidad, de un deseo.
Pero el deseo se transfigura cuando se expresa como corazón.  Ya no es sólo deseo por el otro, por el cuerpo del otro –al modo Aries/Tauro-, sino que se vuelve también deseo de hacer con el otro, y como son corazones, es un deseo de coordinar los latidos, de latir juntos, de concordia.
Además, los corazones que se encuentran en Libra están vestidos ya con las ropas del yo singular, que son el peto de Ártemis, la túnica de Apolo y la exomis[3] de Deméter: las ropas de la personalidad, de la identidad.
Esta nueva situación obliga a replantear todo respecto del modo de jugarse las polarizaciones. La pregunta decisiva es: ¿qué tipo de polarización se da entre corazones?
Debemos deslindar netamente los fenómenos del nivel asociativo, de aquellos de los niveles pre-singular y singular. No hay aquí nosotros/ellos, amigo/enemigo,  singular/plural, trabajador-patrón o servidor/beneficiario, que ocultan en verdad, divisiones interiores del ego pre-singular y del yo singular.
Lo que encontramos en Libra/Escorpio es la polarización semejante/diferente; todo debe remitirse al juego múltiple e indefinido de esta polarización. Ser corazones es la semejanza; pero cada corazón tiene habilidades diferentes. Las diferentes habilidades determinan lo que quiere aportar cada corazón. En Libra/Escorpio el deseo es deseo de aportar la propia diferencia a un juego con semejantes. Y como la diferencia a aportar viene de cada una de las partes, es un hacer con.
Estos aportes no son ideas puras, o meros contenidos de consciencia, sino acciones en las que hay implícitas ideas, y que se ejecutan con el otro. 
Por tanto la polarización, si es que todavía puede hablarse así, no remite al pasado, sino al futuro a construir. Y no es proyección, sino proyecto. 
Ya no hay aspectos del pasado que hayan quedado perdidos, olvidados, hundidos en lo inconsciente y haya que recuperar levantando las proyecciones. El movimiento deja de ser el de recoger las partes esparcidas de un yo fragmentado y pasa a ser un  desplegarse con otro en pos de una unidad dinámica, no determinable plenamente de antemano, a crear en el futuro. La unidad está en el futuro y cada parte de esa unidad futura debe ser aportada por un yo desde su autonomía singular. Por eso los yos deben concurrir a un acuerdo, deben perseguir una búsqueda de concordia.
Desde Libra/Escorpio, lo que nos atrae del otro no es el otro como tal, sino aquello que adivinamos que podríamos lograr junto con él y para eso necesitamos el acompasamiento de los ritmos de los corazones.
¿Cómo se resuelven las polarizaciones propias del nivel Libra/Escorpio? Mediante el amor y la negociación.
El amor es entendido aquí como apertura al otro, y enseguida como respeto (= mirar y volver a mirar), es decir, como capacidad de escuchar y mirar al otro. Sin eso no se puede pasar al momento de la negociación. La negociación es la búsqueda de una fórmula que permita la concordia. Para eso es preciso determinar lo que cada parte quiere, y luego deberá, aportar.
El movimiento principal es el de aporte, el de entrega. Es un movimiento contrario al de los niveles previos, donde se trataba de recuperar lo dispersado. Ahora, visto el proceso desde el yo singular, hay una inversión de la dirección del movimiento, que va entonces desde el yo hacia una tercera entidad que no es el otro. El desprenderse es un aportar algo que es producto del yo, una floración del yo. No es una pérdida, sino una realización creativa y útil del yo.
Y el núcleo atractor es una tercera entidad distinta de los yos singulares. Se aporta a esa tercera entidad creada por las partes, no a las otras partes.
La mirada tradicional a los Signos de Libra y Escorpio está descaminada porque se le superponen a las experiencias propias de estos Signos las problemáticas de los niveles del ego pre-personal y del yo singular. Se recubren las estructuras asociativas con fenómenos previos que enturbian la percepción.
Como astrólogos-filósofos no podemos confundir los diferentes niveles. El nivel asociativo se tramita negociando amorosamente los aportes creativos que cada yo singular es capaz de entregar a la entidad concebida en común y de ningún modo zambulléndose en una supuesta armonía preexistente en la red de vincularidades.
La negociación no es un asunto del ego, sino del yo. Cuando predomina el ego  negociar es imposible. Aunque parezca que se negocia, se trata sólo de una pulseada donde uno gana y el otro pierde; pura lógica binaria. Y en Libra sólo se avanza utilizando una lógica trans-binaria.
La negociación perfecciona el yo de los negociadores, porque prepara la oportunidad de que  expongan y entreguen su floración única y útil.
En Libra se va de la discordia –de la que siempre se parte por el mero hecho de que los deseos de aportar son diferentes- a la concordia. La concordia, pues, no es nada psicológico, sino el estado práctico que surge de un ponerse de acuerdo, una praxis, una danza, y este resultado no sólo revierte como una nueva conciencia en las partes, sino que supone siempre la concepción de una nueva entidad, un tercer agente.
Como vemos, Libra y Escorpio establecen un nivel de existencia diferente del pre-singular y del singular; que tiene su propia dinámica, al que podemos llamar asociativo o corporativo. El término ‘corporativo’ es muy adecuado, ya que resalta que en Escorpio siempre hay un tercer cuerpo en juego. Escorpio es el momento en que dos cuerpos se hacen cuanto menos, tres cuerpos.
El conflicto suele verse como algo típico de Escorpio. Pero el conflicto que se resalta lo protagonizan las partes y consiste en polarizaciones internas a la asociación. Pues bien, tales conflictos no enraízan en el suelo escorpiano mismo, sino que son rémoras irresueltas de los niveles anteriores. No pertenecen a Escorpio como tal. Cuando se enfrascan es esos conflictos, los agentes singulares usan la escenografía escorpiana para dirimir viejas cuestiones de los niveles anteriores.
No obstante, en el nivel corporativo de existencia también aparecen polarizaciones específicas, habitualmente desatendidas por los astrólogos: son las que se dan entre las asociaciones o corporaciones. Y esos conflictos surgen porque las corporaciones tienen fines propios, privados, particulares.
Hay innumerables clases de entidades en el nivel corporativo, con todo tipo de finalidades: empresas comerciales que persiguen el lucro, organizaciones sindicales cuya finalidad es la protección de los trabajadores, organizaciones educativas cuyo el fin es educar, etc., etc. La finalidad es lo esencial de una corporación, es lo que conduce, da sentido y funciona como condición de su existencia. Si se acaba la finalidad, se acaba la corporación. Debido a esto, las corporaciones son mucho más rígidas que las personas singulares, puesto que no pueden cambiar su finalidad sin desaparecer. Como muchas corporaciones pueden tener la misma finalidad, pueden competir o bien ponerse de acuerdo para conseguir sus fines –creando oligopolios, federaciones, cámaras, etc.-; pero no pueden cambiarlos sin desaparecer como tales. La rigidez propia de las corporaciones, atada a la persecución de fines particulares, exige la acción reguladora y orientadora del Estado, que expresa a una forma más alta de ser.
Las polarizaciones entre agentes asociativos no tienen una lógica similar a las que se dan entre agentes singulares. La diferencia radica en que éstas pertenecen a la primera mitad del Zodíaco, mientras que las primeras, son parte de la segunda mitad. Por tanto, su movimiento esencial es inverso. Los yo singulares están integrándose, absorbiendo; los agentes asociativos están  entregando, desprendiéndose. Sin embargo, hay una tendencia a asimilarlos y eso es muy grave. La asimilación de la dinámica de los agentes singulares con la de los agentes asociativos tiene nefastas consecuencias, pues transforma a las corporaciones en entidades vampíricas, muy destructivas y verdaderamente monstruosas.
¿Por qué? Porque como estamos son propias de la segunda mitad del zodíaco, las asociaciones son expansivas, pero si las pensamos como atadas a la misma lógica que  los yos singulares o, peor aún, que los egos pre-personales, o sea: como entidades que están internalizando e integrando partes dispersas, entonces la acción corporativa se vuelve expansivamente absorbente. En tal caso, la corporación tiende a tragarse todo a su alrededor, adoptando la forma de acción que se les atribuye a los agujeros negros. Así comprendidas las corporaciones se vuelven organismos atroces que se expanden indefinidamente a costa de absorber todo a su alrededor. Son máquinas de concentrar todo bajo su control particular, privado, máquinas desgajadas de cualquier totalidad, lo que constituye una definición de la insania.
El sentido de cualquier asociación, en cuanto tal, es constituir un grupo de agentes singulares que cooperen, aportando sus habilidades para producir novedades, creaciones que, a su vez, deben ser puestas a disposición de la comunidad. La acción de las asociaciones debe desembocar en alguna mejoría para todos.
El funcionamiento de las corporaciones en nuestra época, en cambio, al ser concebido bajo el modelo de entidades pre-singulares o singulares, se convierte en la descontrolada operación de organizaciones atroces que tienden a controlar todo, encontrando su límite, solamente, en la acción de otras corporaciones desatadas a la misma lógica expansivo-absorbente indefinida.
En el capitalismo salvaje neoliberal las corporaciones son pensadas como egos pre-singulares. Es decir, como algo que no son y eso tiene terribles consecuencias.
La estructura del Estado o comunidad organizada
Pero además de los tres niveles ya destacados, hay un cuarto: la comunidad organizada, que no es pre-singular, ni singular, ni corporativa, tiene su propia especificidad, su propia dinámica, distinta de las otras.
Lo que diferencia al Estado es que incluye a todos los otros agentes. Esto significa que tiene que proteger a las familias y armonizar los aportes de los yos singulares y de las asociaciones.
El Estado no tiene deseos ni fines particulares, se asienta en las demandas pre-singulares, los corazones singulares y las voluntades cooperativas. Su finalidad es el mejor equilibrio posible de todas las partes y el bien de las mayorías y la protección de las minorías. No hay ninguna otra estructura, aparte del Estado, que tenga como finalidad constitutiva la promoción de la igualdad y la inclusión.
La verdadera resolución evolutiva de los conflictos inter-corporativos se tiene que producir por el armónico volcado de la producción cooperativa en el seno de la comunidad mediante la acción armonizadora de un agente de nivel superior a las corporaciones: el Estado. Y esa acción se vehiculiza por medio de la ley –Sagitario- y las instituciones públicas –Capricornio-. Reconocemos así un nuevo nivel, más elevado que los niveles pre-personal, personal y corporativo.  Más elevado  quiere decir  que rige sobre…, pero a la vez, que se basa en…
La estructura del nivel inter-estatal
Y todavía hay un quinto nivel de existencia: el constituido por la humanidad, que corresponde a Acuario/Piscis.
¿Qué es la humanidad? La estructura de vínculos que mantienen entre sí todas las comunidades.
Esto significa que la humanidad no es el conjunto de los agentes singulares –los que suelen denominarse individuos-. La humanidad no es un conjunto, no es una suma de entidades. Es una estructura, un sistema de relaciones entre comunidades organizadas o Estados soberanos.
Del mismo modo, los Estados no son conjuntos de corporaciones (empresas, partidos políticos, clubes, matrimonios, sindicatos, etc.), sino estructuras de relaciones entre corporaciones. A su vez, éstas no son conjuntos de agentes singulares, sino estructuras de relaciones entre agentes singulares, y, por último, estos últimos son estructuras internalizadas de parentescos.     
Este enfoque marca una diferencia crucial con lo que dicen aquellos astrólogos que adhieren, o fomentan sin darse cuenta, al discurso neoliberal. En efecto, este discurso supone una concepción atómica de la humanidad, que es entendida como suma de partículas individuales que, encima, están en una relación de competencia.
Es importante destacar que los niveles no organizan jerárquicamente cosas, entes, sustancias o esencias, sino que son estructuras, o sea sistemas en los que lo constitutivo son las relaciones y las cosas son símbolos que señalan el cruce de relaciones.
Proponer que la humanidad es un conjunto de individuos, en cambio, como suponen las posiciones teóricas que estamos criticando, tiene el efecto de hacer desaparecer todo el espesor del ser, su naturaleza volumétrica. Esa posición teórica nos obligaría a vivir en una suerte de Planolandia, un mundo atrapado en la lógica binaria.
Pero el mundo es, como mínimo, tridimensional. ¿Cuál es, entonces, la dinámica del nivel inter-estatal? Hay en este nivel un rasgo especial. En efecto, las comunidades organizadas son estructuras muy grandes, complejas y necesariamente atravesadas por una conflictividad que impide esencialmente la plena armonía de sus partes, que impide que se cierren sobre sí mismas. Siempre están abiertas, lo que se deduce del modelo espiralado. Ahora bien, ese rasgo conflictivo y abierto de las comunidades pareciera volver imposible toda esperanza de armonía entre los Estados, lo que nos llevaría a la hipótesis de una guerra perpetua.
Sin embargo, si pensamos que luego y por encima de un ciclo vendrá otro, entonces, podemos pensar que la estructura que corresponda a Capricornio en este ciclo serán la  que ocupará el lugar de Cáncer en el ciclo siguiente. Asimismo, que la dinámica de Acuario/Piscis de este ciclo, será el punto de partida para la dinámica de Leo/Virgo en ese ciclo todavía inexistente, pero conjeturable en un indefinible futuro.
¿Para qué hacer esta proyección utópica hacia el ciclo siguiente? Porque nos permite pensar por analogía. Y así, pese a la estructural falla que aqueja a toda comunidad organizada, pese a esa grieta imposible de suturar, los Estados, en la medida que operen en función del bien de las mayorías en su espacio interno, tienen la posibilidad de cooperar entre sí. Para eso tienen que buscar delicados acuerdos; difíciles, pero no imposibles, y siempre inestables y reformulables.
Polarizaciones intra-niveles y polarizaciones inter-niveles
Al aplanar la existencia, las tesis de los astrólogos que estamos considerando mezclan deliberadamente los conflictos propios de los componentes de cada nivel con los conflictos entre componentes de niveles diferentes, asimilando toda la riquísima dinámica que el Zodíaco permite distinguir, en una única mezcolanza confusa.
Se utiliza, por ejemplo, la noción de proyección psicológica, propia de la primera mitad del Zodíaco, es decir, de los niveles pre-singular y singular para intentar explicar conflictos propios de los niveles corporativo y comunitario, donde no tiene aplicación. De este modo, se llega a tomar como una explicación de los fenómenos políticos, propios del cuarto nivel, la proyección de facetas pre-personales que los agentes singulares como tales, realizan sobre sectores de la comunidad.
Esa extrapolación no está justificada –ni podría estarlo-. Si un yo singular hace una proyección sobre un sector de la comunidad –por ejemplo, si proyecta la figura de su padre maltratador sobre el gobierno de su país-, eso puede tener importancia para ese agente singular y debería ser tratado en el contexto de una terapia psicológica personal; pero de ningún modo es relevante para entender la dinámica comunitaria. Insólitamente, estos astrólogos, al poner fenómenos pre-singulares, singulares, asociativos y políticos en el mismo nivel, nos proponen este tipo de inferencias inadmisibles.
En este punto caen en una nueva confusión: los fenómenos del nivel colectivo o comunitario no surgen de la suma de los fenómenos singulares o pre-singulares, como ellos dan por supuesto sin siquiera preguntarse al respecto. Los fenómenos comunitarios tienen su dinámica propia, como hemos visto. Que alguien proyecte algún fantasma pre-personal, un contenido inconsciente propio, un hechizo -si se quiere usar este término emocionalmente sugerente-, sobre una entidad como la Sociedad Rural, por ejemplo, no dice nada acerca del papel de esta corporación en la historia de nuestra comunidad, ni de los intereses económicos particulares que esa entidad defiende, sino que habla sólo de la estructura psíquica de quien hace la proyección. Y si los que proyectan o se mimetizan con esa proyección, fueran muchos, no hay ninguna diferencia. La proyección sigue siendo un tema de los egos singulares, por más que alguien utilice ese fenómeno masivo para conseguir sus fines particulares corporativos. Mezclar niveles nunca llevará a buen puerto, y siempre, inevitablemente, será un indicio de manipulación. Que miles de personas realicen una proyección relativamente parecida sobre un mismo elemento no transforma a ese conjunto de fenómenos singulares en algo colectivo, sino apenas, en todo caso, masivo.  
Una vez realizado este tipo de extrapolación injustificable, estos astrólogos lanzan exhortaciones a no polarizarse, y lo que es más patético, se colocan a sí mismos como un ejemplo de no-polarización. Tales exhortaciones implican la siguiente proposición: si le restamos las proyecciones de nuestro ego, el conflicto desaparecerá y reinará la armonía social, lo que es totalmente insensato.
Las proyecciones pre-personales o singulares, cualquiera fuese el objeto sobre el que recaigan, deberían poder ser tratadas en el diván de un psicólogo de confianza o en el sillón de un astrólogo competente; no tienen nada que ver con el conflicto político o con el conflicto inter-corporativo, los que tienen su propia lógica.
Esta elucidación nos permite un nuevo avance: es verdad que existen conflictos reales entre las estructuras que componen los distintos niveles. Pero el modo en que se piensan tales conflictos es muy desenfocado. En efecto, se habla a menudo de las contradicciones y conflictos entre el Estado y los “individuos”, entre éstos y las corporaciones, o entre las corporaciones y el Estado. Esto es real, hay conflictos entre los agentes que forman parte de las estructuras de los diferentes niveles; pero ¿en qué consisten esos conflictos?
Para comprenderlos, en lugar de apelar rápidamente al concepto de proyección psicológica hay que entender las complejas conexiones entre los niveles. Hemos dicho, en primer lugar, que hay una relación jerárquica entre los niveles, es decir: cada nivel tiene preeminencia sobre los inferiores. Sin embargo, esta escala jerárquica debe ser investigada y aclarada, porque está formada por relaciones entre sistemas relacionales.
En general, esa escala jerárquica significa que el sentido de cada nivel es propiciar, hacer posible al siguiente; cada nivel es, así, la finalidad del anterior. Su sentido se endereza a posibilitar el nivel que le sigue en la línea ascendente espiralada.
Que el nivel de la consciencia singular tiene preeminencia sobre el de la consciencia pre-singular significa que los componentes de este último tienen como prioridad producir, hacer posible, facilitar el camino, al yo singular. Esto es fácilmente entendible: la familia, por ejemplo, tiene como fin promover la libertad y autonomía del hijo que se cría en su seno. Si la estructura familiar obstaculiza la finalidad propia del nivel a que pertenece –es decir: el pre-personal-, se paraliza toda posibilidad de evolución y se empantana el periplo que describe el Zodíaco.
Pero, a su vez, el yo singular se constituye no destruyendo o aniquilando al ego pre-singular, sino absorbiendo a los miembros de ese nivel como facetas de la psique singular, es decir, internalizando la estructura misma del nivel que le precede y abriga. El yo singular se calza, interioriza, se lleva puesto el sistema de parentesco que lo cuidó, no lo destruye ni lo desprecia, pues eso sería autodestruirse.
¿Qué pasa entonces si se produce un conflicto entre las estructuras de ambos niveles? Debe decidirse según la lógica explicada arriba. Todo lo que conspire contra la liberación del hijo como un yo expresivo y autónomo está fuera de regla y debe ser corregido.
Por su lado, el nivel asociativo impera sobre el del yo singular. Esto significa que constituida la asociación por acuerdo voluntario de las partes, los fines de ésta prevalecen sobre los fines de las partes que la constituyeron. Y si hubiera un conflicto, se recurriría a ese principio, es decir: se debe observar el contrato que une a las partes, para constatar si cada uno actúa dentro de esas reglas libremente convenidas. El sentido de los yos singulares es, así, propiciar asociaciones, promover la cooperación.     
Por último, el sentido de las corporaciones, es decir, de las asociaciones cooperativas, es producir el Estado, producir una comunidad organizada en la que se tienda a la mejor armonía posible entre todas las partes y el bien de las mayorías.
Pero la comunidad organizada tiene que proteger los fines particulares de las asociaciones cooperativas.
Finalmente, en el nivel del Estado tocamos un límite, ya que éste no se puede totalizar, cerrar sobre sí mismo; el conflicto, la división interna, es insoslayable, inevitable; por tanto, los conflictos del nivel colectivo tienen que ser decidido en cada caso por un acto irreductible. Ese acto tendría que ser una elección universal, un plebiscito, mediante el que la mayoría asume la responsabilidad total de las decisiones. Por eso, las diferentes formas de democracia, es decir, no sólo la elección de los gobernantes, sino también la toma de decisiones específicas por medio del voto libre, es una propuesta altamente deseable y la única forma de lograr que el conflicto en el interior del Estado no llegue a la violencia.
Aquí apenas hemos hecho algunas sugerencias acerca de este complejo asunto. Distinguir las dinámicas que imperan en cada nivel, de aquellas que se dan entre los niveles, permite deslindar los fenómenos propios de unos y otros, evita mezclarlos caóticamente. El caos sirve siempre a la peor opción.
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